sábado, 12 de julio de 2014

DOGMATISMO NO ES FILOSOFÍA Por: Nabonazar Cogollo Ayala


DOGMATISMO NO ES FILOSOFÍA
Por: Nabonazar Cogollo Ayala
Filósofo Universidad Nacional de Colombia (1995)

Los principios liberales de por sí mismos son muy valiosos.
Pero en manos de unos franceses católicos, terminaron en dogma: ¡Robespierre!

(Jorge Guillermo Federico Hegel)

Los pensadores liberales entre los siglos XVIII y XIX acuñaron el principio de la autodeterminación del individuo, cuya esencia dijeron  que era anterior a la condición de ciudadano y por tal razón, el Estado estaba en la obligación de proteger sus derechos al amparo de las leyes La modernidad empezaba así a  conquistar el reconocimiento jurídico de la condición humana, harto olvidada o parcialmente soslayada a lo largo de diferentes periodos de la historia.  El pensamiento liberal anunciaba la nueva lógica de los tiempos: ser libre es pensar y actuar de tal modo que no se vaya en detrimento de nadie ni se desconozcan los mismos derechos en los otros. Mi libertad termina donde comienza la de mi vecino.
Esta verdad tan sencilla y simple ya se hallaba inclusive en el pensamiento igualitarista y universal de Jesús de Nazaret hace un poco más de dos mil años, solo que la humanidad tercamente había insistido en olvidarla o hacerla a un lado, según el vaivén de la moda de los tiempos o las diferentes posturas de pensamiento. Uno de los más serios obstáculos que se contraponen al principio de la autodeterminación del individuo es el dogma, que se define como aquella verdad que se acepta por sí misma, sin  someterla a proceso demostrativo alguno. El cristianismo católico abunda en verdades de este tipo, veamos una: El Papa es infalible (principio de la infalibilidad papal, enunciado en 1870). Según este dogma eclesiástico todas las personas  incurren en errores  por su propia condición humana. Todas las personas  menos una: el vicario de Cristo en la tierra, el obispo de Roma y jefe de la cristiandad, (el Papa). Y ello ha de aceptarse como verdad incontrovertible. En ello radica el dogma, en aceptar una afirmación que generalmente no es evidente ni clara al espíritu, como verdad de la cual no se duda.
Pero dogmas no solamente existen en el pensamiento cristiano católico. En realidad varios de ellos han surgido en las academias, en las universidades, en una que otra ciencia y hasta en algunas iglesias cristianas de cuño protestante, para citar solamente algunos ejemplos. Algunos científicos neopositivistas actuales han afirmado como verdad cierta e incontrovertible que las ciencias físico-químicas describen a la realidad exterior tal y como ella es, olvidándose así de paso que la estructura argumentativa científica es por definición hipotética, nunca ontodescriptiva (descriptora de los fundamentos últimos de la realidad). Aclaramos esto último: la ciencia positiva y neopositiva parte para explicar los fenómenos del mundo, de cierta cantidad limitada de hipótesis (proposiciones las cuales se asumen  y que no se ponen en duda). Se procede argumentativamente de la siguiente forma: SI ES CIERTO: P, LUEGO ENTONCES PODRÍA DARSE: Q. Esta forma de argumentar y explicar no pretende ser definitiva ni mucho menos ontodescriptiva, sino que se formula a partir de una humilde hipótesis.  Así las cosas, resulta extraño y adquiere ribetes de pensamiento dogmático aquel científico que afirma que los átomos realmente existen y se comportan tal y como lo afirma la teoría del físico británico Ernest  Rutherford, expuesta  en 1911 (modelo atómico de los orbitales). El científico solo busca explicar mediante el ensayo y el error, nunca definir  (o agotar) la realidad hasta la médula última que la constituye, en términos absolutos. Cuando el científico olvida este simple y sencillo principio básico de su propio discurso, cae en el dogmatismo más recalcitrante. En algunos estados de los Estados Unidos no se enseña la teoría evolutiva del científico británico Charles Darwin, porque las autoridades educativas en ellos consideran que afirmar que el hombre es un primate evolucionado, producto de un largo proceso de inhibición de órganos, respuesta y selección natural de 12 millones de años, entra peligrosamente en  contravía con las verdades religiosas reveladas del libro del Génesis en la Biblia. El raciocinio científico y parcialmente demostrado se hace a un lado, en función del dogma de inspiración bíblica. ¿Por qué se hace así? Porque se considera que las teorías evolucionistas son potencialmente dañinas y perniciosas para las nuevas generaciones de norteamericanos. La otra versión del problema del origen del hombre se oculta, porque atenta contra cierto orden clerical previamente establecido.
En algunos colegios y universidades confesionales de Colombia se omiten al momento de impartir la cátedra de Filosofía, aquellos autores que se consideran peligrosos o dañinos para la fe. Así los filósofos ateos: Carlos Marx, Friedrich Nietzsche, Soren Kierkegaard (en sus inicios),  Jean Paul Sartre y David Hume, entre otros; son enviados al cuarto de los trebejos, porque “después tendremos aquí comunistas, suspicaces ateos, indiferentes de Dios, existencialistas ateos o escépticos. ¡Dios nos libre!”. De esta forma se desconoce olímpicamente el invaluable aporte de estos pensadores a la sabiduría universal y se los reduce a sus conflictos con la fe oficial.
El dogmatismo es la postura según la cual: “La mía (o la de nuestro grupo) es la única verdad viable, valedera y segura. Todo lo que se le contraponga o vaya en otra dirección, es falso y no debe ser tenido en cuenta” La filosofía busca la verdad más general posible a partir de la razón como método. Verdad esta que cobije al mayor número de personas y solucione la mayor cantidad de problemas tanto a nivel teórico como práctico, en función de la felicidad colectiva. La verdad puede estar oculta en los textos de Marx, Nietzsche o de Sartre, de la misma manera que puede hallarse en San Agustín, San Anselmo de Canterbury  o Santo Tomás de Aquino, todo depende de cómo se busque y con qué cristal se miren, juzguen y valoren esas fuentes. El dogmatismo cercena la libre búsqueda e investigación e impone como cierta una postura, sin que se admita  el beneficio de la duda. Filosofar es razonar en busca de las más altas verdades humanas. Dogmatizar es dar por acabada la búsqueda y sentarse sobre verdades preestablecidas, que benefician los intereses de unos cuantos. La verdadera filosofía no dogmatiza. Ella busca, indaga, racionaliza, critica, cuestiona, debate y propone. En ello radica la poderosa fuerza que la ha caracterizado a lo largo de los siglos y que la hace ser tan temida por gobiernos, iglesias y cátedras dogmatizantes.
nacoayala@hotmail.com


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