DOGMATISMO
NO ES FILOSOFÍA
Por: Nabonazar
Cogollo Ayala
Filósofo Universidad
Nacional de Colombia (1995)
Los
principios liberales de por sí mismos son muy valiosos.
Pero
en manos de unos franceses católicos, terminaron en dogma: ¡Robespierre!
(Jorge
Guillermo Federico Hegel)
Los pensadores
liberales entre los siglos XVIII y XIX acuñaron el principio de la autodeterminación del individuo,
cuya esencia dijeron que era anterior a la condición de
ciudadano y por tal razón, el Estado estaba en la obligación de proteger sus
derechos al amparo de las leyes. La
modernidad empezaba así a conquistar
el reconocimiento jurídico de la condición humana, harto olvidada o
parcialmente soslayada a lo largo de diferentes periodos de la historia. El pensamiento liberal anunciaba la
nueva lógica de los tiempos: ser
libre es pensar y actuar de tal modo que no se vaya en detrimento de nadie ni
se desconozcan los mismos derechos en los otros. Mi libertad termina donde
comienza la de mi vecino.
Esta verdad tan
sencilla y simple ya se hallaba inclusive en el pensamiento igualitarista y
universal de Jesús de Nazaret hace un poco más de dos mil años, solo que la
humanidad tercamente había insistido en olvidarla o hacerla a un lado, según el
vaivén de la moda de los tiempos o las diferentes posturas de pensamiento. Uno
de los más serios obstáculos que se contraponen al principio de la
autodeterminación del individuo es el dogma, que se define como aquella
verdad que se acepta por sí misma, sin someterla
a proceso demostrativo alguno. El
cristianismo católico abunda en verdades de este tipo, veamos una: El Papa es infalible (principio de
la infalibilidad papal, enunciado en 1870). Según
este dogma eclesiástico todas las personas incurren en errores por su propia condición humana. Todas
las personas menos una: el
vicario de Cristo en la tierra, el obispo de Roma y jefe de la cristiandad, (el
Papa). Y ello ha de aceptarse como verdad incontrovertible. En ello radica el dogma, en aceptar
una afirmación que generalmente no es evidente ni clara al espíritu, como
verdad de la cual no se duda.
Pero dogmas no
solamente existen en el pensamiento cristiano católico. En realidad varios de
ellos han surgido en las academias, en las universidades, en una que otra
ciencia y hasta en algunas iglesias cristianas de cuño protestante, para citar
solamente algunos ejemplos. Algunos científicos neopositivistas actuales han
afirmado como verdad cierta e incontrovertible que las ciencias físico-químicas
describen a la realidad exterior tal y como ella es, olvidándose así de paso
que la estructura argumentativa científica es por definición hipotética, nunca ontodescriptiva (descriptora de los fundamentos
últimos de la realidad). Aclaramos esto último: la ciencia positiva y
neopositiva parte para explicar los fenómenos del mundo, de cierta cantidad
limitada de hipótesis (proposiciones las cuales se asumen y que no se ponen en duda). Se procede
argumentativamente de la siguiente forma: SI ES CIERTO: P, LUEGO ENTONCES PODRÍA DARSE: Q. Esta forma de argumentar y
explicar no pretende ser definitiva ni mucho menos ontodescriptiva, sino que se
formula a partir de una humilde hipótesis. Así las cosas, resulta extraño y
adquiere ribetes de pensamiento dogmático aquel científico que afirma que los
átomos realmente existen y se comportan tal y como lo afirma la teoría del
físico británico Ernest Rutherford,
expuesta en 1911 (modelo
atómico de los orbitales). El científico solo busca explicar mediante el ensayo
y el error, nunca definir (o
agotar) la realidad hasta la médula última que la constituye, en términos
absolutos. Cuando el científico olvida este simple y sencillo principio básico
de su propio discurso, cae en el dogmatismo más recalcitrante. En algunos
estados de los Estados Unidos no se enseña la teoría evolutiva del científico
británico Charles Darwin, porque las autoridades educativas en ellos consideran
que afirmar que el hombre es un primate evolucionado, producto de un largo
proceso de inhibición de órganos, respuesta y selección natural de 12 millones
de años, entra peligrosamente en contravía
con las verdades religiosas reveladas del libro del Génesis en la Biblia. El raciocinio científico y
parcialmente demostrado se hace a un lado, en función del dogma de inspiración
bíblica. ¿Por qué se hace así? Porque se considera que las teorías
evolucionistas son potencialmente dañinas y perniciosas para las nuevas
generaciones de norteamericanos. La otra versión del problema del origen del
hombre se oculta, porque atenta contra cierto orden clerical previamente
establecido.
En algunos colegios
y universidades confesionales de Colombia se omiten al momento de impartir la
cátedra de Filosofía, aquellos autores que se consideran peligrosos o dañinos
para la fe. Así los filósofos ateos: Carlos Marx, Friedrich Nietzsche, Soren
Kierkegaard (en sus inicios), Jean
Paul Sartre y David Hume, entre otros; son enviados al cuarto de los trebejos,
porque “después tendremos aquí
comunistas, suspicaces ateos, indiferentes de Dios, existencialistas ateos o
escépticos. ¡Dios nos libre!”. De
esta forma se desconoce olímpicamente el invaluable aporte de estos pensadores
a la sabiduría universal y se los reduce a sus conflictos con la fe oficial.
El dogmatismo es la
postura según la cual: “La mía (o la de nuestro grupo) es la única verdad
viable, valedera y segura. Todo lo que se le contraponga o vaya en otra
dirección, es falso y no debe ser tenido en cuenta”. La filosofía busca la verdad más
general posible a partir de la razón como método. Verdad esta que cobije al
mayor número de personas y solucione la mayor cantidad de problemas tanto a
nivel teórico como práctico, en función de la felicidad colectiva. La verdad
puede estar oculta en los textos de Marx, Nietzsche o de Sartre, de la misma
manera que puede hallarse en San Agustín, San Anselmo de Canterbury o Santo Tomás de Aquino, todo
depende de cómo se busque y con qué cristal se miren, juzguen y valoren esas
fuentes. El dogmatismo cercena la libre búsqueda e investigación e impone como
cierta una postura, sin que se admita el
beneficio de la duda. Filosofar es razonar en busca de las más altas verdades
humanas. Dogmatizar es dar por acabada la búsqueda y sentarse sobre verdades
preestablecidas, que benefician los intereses de unos cuantos. La verdadera
filosofía no dogmatiza. Ella busca, indaga, racionaliza, critica, cuestiona,
debate y propone. En ello radica la poderosa fuerza que la ha caracterizado a
lo largo de los siglos y que la hace ser tan temida por gobiernos, iglesias y
cátedras dogmatizantes.
nacoayala@hotmail.com
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