Cierto
escritor que habitaba solitario en una graciosa casita en lo profundo de una
serranía, en medio de un aromado jardín de amapolas, pensamientos y azucenas, dedicaba
una parte significativa de su agitada vida laboral a escribir y colectar
apólogos y fábulas para sus numerosos
discípulos. Esta labor le resultaba a veces pesada pero la hacía con
gusto y sin esperar nada a cambio. Porque amaba entrañablemente a sus alumnos
tanto como si fueran sus propios hijos y deseaba que ellos llegaran a ser
capaces de penetrar las profundas e insospechadas profundidades del idioma y
del pensamiento, que al común de las gentes en aquel país, les resultaban
desconocidas. Poniendo al servicio de sus noveles[1]
lectores lo más granado y selecto de su formación académica, hurgaba entre
pensadores, poetas, filósofos, apologistas y panegiristas[2]
de todos los países, tiempos y culturas. Y de tiempo en tiempo les hacía llegar
por correo un voluminoso legajo de papeles a aquellos jóvenes, que contenía
elaboradas reflexiones en torno a la vida, a la sabiduría, a la trascendencia
espiritual, al profundo e intrincado misterio de la vida, al vivir en armonía
con los demás y al maravilloso intríngulis[3]
de la creación, entre otros temas. Pero algunos entre sus jóvenes lectores
miraban con actitud de fastidio y hasta de desprecio aquel trabajo adicional,
que el disciplinado hombre de letras les remitía, y los juicios de
incomprensión, hijos del prejuicio y de la insensatez, brotaban como de un
fresco manantial de las montañas asiáticas, cada semana…
-¡Qué aburrimiento! ¡Ya llegaron de
nuevo esas insulsas[4]
lecturas! ¿A mí para qué me pueden servir si yo lo que quiero es ser ingeniero
civil?
-Ja, ja, ja… ¡A mí tampoco me servirán
de mucho! – Respondía otro con un
rictus[5]
despectivo en el semblante- Lo mío es el
fútbol… ¡Yo, con que sepa leer y escribir, con eso tendré suficiente! ¡Seré
millonario haciendo goles y gambetas de película!
Otro
más atrevido y haciendo gala de una actitud de redomado[6]
irrespeto, se tomó la licencia de espetar[7]…
-Eso debe ser que el tal escritorcillo
ese, que vive en las montañas del norte, no tiene oficio o le falta una novia…
¡Y los pagapatos[8]
somos nosotros!
El
espíritu de la justicia escuchaba siempre en estado invisible, aquellos
atolondrados reclamos y se paseaba iridiscente[9]
entre los hitos[10]
de la estancia donde los chicuelos se encontraban. La justicia habita en las
almas de los hombres sabios y prudentes y no necesita hacerse presente en
estado material, para hacer sentir su benefactor y esclarecedor influjo.
Asiendo[11]
su balanza de relucientes platillos de oro y blandiendo[12]
en la diestra la espada luminosa de la equidad y la retribución, el espíritu
justiciero se aposentó[13]
en el alma de uno de aquellos muchachos,
quien como tocado de súbito[14]
por la musa de la inspiración, habló así…
-¡No estoy de acuerdo con esos
comentarios! Ellos dejan ver su parecer y en esa misma medida son altamente
respetables. Pero también es cierto que
desconocen el trabajo serio y consagrado de quien solo quiere hacernos mejores
seres humanos, a la luz de un ideal noble, puro y excelso. Justicia no es
pretender que el mundo se pliegue a nuestra propia forma de pensar, ciertamente
eso encarna más bien la insensatez y a la larga puede degenerar en tiranía.
Justicia es dar a cada cual lo que por derecho propio le corresponde, no
devolver mal por bien, no retribuir con
mezquindad e incomprensión a quien nos brinda las perlas de su poco o mucho
conocer, a nosotros, que somos jovenzuelos empezando a vivir. ¿Cómo es que
estamos pagando? ¿Acaso con lacerantes[15]
y punzantes espinas, a quien solamente nos brinda sus más granadas y excelsas
rosas?
-¡Ah, vaya! Habló la voz de los que no
tienen voz –Le replicó con sorna[16]
uno de los burlones- ¡Si tanto te gustan, entonces léelas tú, que
harta falta que si te hacen por lo que se ve! ¡Pero a mí no me vengas a decir
qué es lo que tengo que hacer ni a darme instrucciones, curita sabihondo!
-Tu reacción emocional y agresiva es
directamente proporcional a la calidad y cantidad de buenos sentimientos que se
abrigan en tu alma, apreciado compañero. ¡Nadie te está atacando, no te
revuelvas en tu guarida como una fiera herida acosada por los sabuesos del
cazador! No hace falta. La justicia no ataca a nadie, solo da a cada cual lo
que en sana ley se ha ganado ante el plénum de sus congéneres.
Obviaré
tus insultos que solo quieren herir y hacer daño… ¡Los dejaré pasar de largo
como el experimentado guerrero hoplita[17]
esquivaba las mortales flechas persas, en las guerras por defender la
independencia de su amada Esparta! Solo tomaré en cuenta, en tu andanada
verbal, lo que de valioso hay en ella… Si de darte instrucciones se trata, solo
te diría esto… La construcción del propio ser, del propio e íntimo entramado de
nuestra personalidad, admite y reclama tres elementos preciosos, un guijarro de
plata, otro de oro puro y un tercero de duro y negro hierro. El guijarro de
plata es la luz tenue y nada enceguecedora de la luna, solitaria moradora del
firmamento dominado por las tinieblas, con cuyo pálido reflejo logra desterrar
las sombras del error, de la incomprensión y del arrebato. Ese guijarro es la mesura en el hablar, la prudencia y el
sentido de la justicia que debe imperar en nuestro pensamiento, en nuestra
lengua y en nuestras acciones. El guijarro de oro puro es la luz solar, el
astro rey es campeón en las alturas celestiales y su guijarro es la retribución, la recompensa y el ánimo de
premiar el trabajo bien hecho, el esmero y el desinterés al hacer nuestro
trabajo. Es el sentido de la justa y bien ganada retribución. Finaliza esta
trilogía de nuestra personalidad y carácter, el guijarro de hierro, que es la
exigencia dura y cruda del cumplimiento del deber, olímpicamente desconocido.
Es la espesa y abundante sombra de la noche, que reina como una emperatriz de
la crudeza, en mares, ríos, montañas y collados, mientras el sol reprime por
unas horas el radiante lampo de su látigo de oro. Un refrán latino de los
tiempos de la república romana decía: DURA
LEX SED LEX, Dura es la ley pero es la ley… Muchas veces al incumplir una
norma, se nos aplicará la correspondiente sanción, ello nos hará lagrimear un
poco y hasta llegaremos a confundir el
sentimiento herido con la injusticia, pero no es así, la ley es dura y
cruda, pero no por ello deberá dejar de cumplirse y aplicarse, así se trate de
nosotros mismos. Dura lex, sed lex,
dijo con sabiduría que ha traspasado los siglos y milenios, el legislador de la
antigua Roma.
-¡No
te doy instrucciones, apreciado condiscípulo! Solamente te dejo ver un poco de
la luminosa sabiduría que el espíritu justiciero ha depositado repentinamente
en mi alma, para hacer que mi lengua diga las más bellas y sabias cosas sobre
la esencia de la justicia. Es bueno reconocer el trabajo ajeno y mucho más si
este se orienta a hacernos mejores personas, mejores seres humanos en la faz
del planeta tierra. ¡Que el mundo no se pliegue a la mezquindad de mis propios
deseos no implica necesariamente que el mundo sea malo ni mucho menos injusto!
Y prepararnos convenientemente para la dura exigencia de lo que vendrá no es
malo ni injusto, es salirle adelante al problema y entrenarnos en lo que
debemos, porque pensar y escribir correctamente allanará[18]
para nosotros el camino del éxito y del triunfo, así se trate de construir
casas, puentes vehiculares o viaductos; o se trate de hacer gambetas[19]
y lograr goles. ¡Porque el pensamiento disciplinado y riguroso es la
salvaguarda del futuro y el lenguaje es el reflejo del pensamiento!
Una
vez terminada esta brillante intervención del joven, un pesado silencio se
adueñó del recinto. Los irrespetuosos ofensores hicieron silencio, porque el
peso abrumador de la verdad y la justicia los había hecho entrar repentinamente
en razón. Porque la falacia[20]
y el paralogismo, nada pueden contra el juicio sensato, ceñido a la realidad,
con firme fundamento en la justicia y el estricto razonamiento. En el ambiente
parecieron resonar aquellas sabias y profundas palabras del Nazareno cuando
dijo… Bienaventurados los que tienen
hambre y sed de justicia porque ellos serán saciados[21].
Nabonazar Cogollo Ayala
Madrid (Cundinamarca), marzo 9 de 2013.
[1]
Novel= Sinónimo de nuevo o novato.
[2]
Panegirista= Se dice del orador que pronuncia
panegíricos o discursos en alabanza de una persona eminente o de una gran
causa.
[3]
Intríngulis= Dificultad o complicación de algo.
(Diccionario de la Real Academia de la Lengua Española, DRAE).
[4]
Insulso(a)= Se dice de lo que es falto de gracia o de
viveza. (Diccionario de la Real Academia de la Lengua Española, DRAE).
[5]
Rictus= Sinónimo de mueca o gesto facial, que da a
entender un cierto estado de ánimo.
[6]
Redomado(a)= Que tiene en alto grado la cualidad
negativa que se le atribuye. (Diccionario de la Real Academia de la Lengua
Española, DRAE).
[7]
Espetar= Decir a alguien de palabra o por escrito algo,
causándole sorpresa o molestia. Ejemplo:
Me espetó una arenga, un cuento, una carta. (Diccionario de la Real Academia de
la Lengua Española, DRAE).
[8]
Pagapatos= Colombianismo que equivale en su
significado a: “chivos expiatorios” o “víctimas inocentes”.
[9]
Iridiscente= Que brilla o refulge con los
colores y luminosidad del arco iris.
[10]
Hito= Antiguamente, piedra con que se delimitan
los linderos de una ciudad, provincia o país. En términos generales la palabra
hito hace referencia a cada una de las partes de un lugar.
[11]
Asir= Sinónimo de agarrar o tomar.
[12] Blandir=
Esgrimir un arma con fines defensivos. Ejemplo: Aquiles blandió su espada ante
Héctor.
[13]
Aposentarse= Sinónimo de acomodarse o llegar a vivir en un
determinado lugar.
[14]
De
súbito= De repente.
[15]
Lacerante= Que lacera, es decir, que quema, hiere o
daña de alguna manera.
[16]
Sorna= Sinónimo de burla o ironía.
[17]
Hoplita= En la antigua Grecia, soldado de infantería
pesada que iba a la guerra armado con casco, lanza, peto, escudo, grebas
(armaduras que le protegían piernas y pantorrillas) y espada, todo hecho de
bronce.
[18]
Allanar= En términos generales, adelantarse a algo,
abrir paso, preparar el camino o abrir trocha.
[19]
Gambeta= Movimiento especial que se
hace con las piernas jugándolas y cruzándolas con aire. (Diccionario de la Real
Academia de la Lengua Española, DRAE).
[20]
Falacia
o paralogismo= Argumento falso
que aparenta ser verdadero. Ejemplo:
¿Amas la libertad? Súbete a un décimo piso, abre sus ventanales, extiende tus
brazos a manera de alas de águila y lánzate a conquistar el infinito.
(Aparentemente nos invita a ser libres, pero en realidad nos impulsa a acabar
con nuestras vidas).
[21]
Evangelio según San Mateo.
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