Muy
apreciados y respetados docentes.
Un
saludo fraternal de un docente en ejercicio igual que ustedes.
Tienen
ustedes la grave responsabilidad de hacer de esos muchachos que llegan cada día
a sus aulas hombres y mujeres de bien. Personas plenas y felices que den lo
mejor de sí mismas a la sociedad en la cual han nacido y de la que
indisolublemente forman parte. Motívenlos al máximo para que vean en las
ciencias, el deporte y las artes, formas de vida palpitantes de gusto y
emoción. No aburridoras cargas impositivas, hijas de un decreto del gobierno
nacional. Enséñenles desde ahora que en la vida nada es gratuito y que todo se
lo tendrán que ganar, luchando a brazo partido por las oportunidades, que
normalmente se presentan una vez, nunca dos. Y que si las dejan pasar, otro más
avezado que ellos vendrá y las aprovechará. Exíjanles al máximo, así ahora no
lo entiendan porque su irreflexividad juvenil no les permite ver más allá de su
corta experiencia de vida. La exigencia los formará para un mundo cruel y sin
piedad, en donde deberán demostrar con hechos y no con palabras, los valores
intelectuales y morales que como personas poseen. Enséñenles a enfrentarse a un
libro, a traspasarlo de un lado al otro con su aguda capacidad comprensiva, a
extraer de él la estructura profunda de su discurso y a no a quedarse en la
mera superficialidad inmediata de las palabras que ocultan a primera vista la
savia nutricia de la obra. Enséñenles que para criticar, primero deben conocer
a fondo aquello que se critica. Que no
hagan ellos lo de los árboles jóvenes que desarrollan muchas ramas y hojas y
pocas raíces. Y luego, cuando viene el primer vendaval, caen derrotados al
suelo fruto de su mucho crecer y su poco profundizar[1]. Enséñenles rigor científico
en la formulación de juicios y que eviten las generalizaciones indiscriminadas,
hijas de un desconocimiento craso de lo que se habla. Enséñenles que vale más
un solo juicio, bien sustentado, que mil palabras hueras y vacías de contenido.
Destierren de sus jóvenes almas cualquier forma de fobia, que los anclará a
tierra con espíritu derrotista y de negación de la lucha, sobre el miedo
irracional del “no puedo”. Como la
aritmofobia (miedo a las matemáticas),
lectofobia (miedo a la lectura),
logofobia (miedo a las palabras o
discursos), examinofobia (miedo a las
evaluaciones), entre otras. Frases como: ¡Las matemáticas son difíciles! ¡Inferencias
matemáticas solo las lograrán ciertas personas! Fomentan el miedo
irracional hacia la ciencia de los números y el cálculo, lo cual a la larga es
muy dañino y pernicioso para nuestros muchachos, evitémoslas al máximo, aun
cuando las digamos por chiste. El subconsciente humano no posee sentido del
humor y una frase destructiva como esa se grabará en él, a la manera de un
pernicioso decreto que incidirá negativamente en el comportamiento posterior de
nuestros alumnos. Y tendrá más fuerza si la decimos investidos con nuestra autoridad
docente. Digamos en cambio… ¡Esto es
fácil! ¡La lectura es muy agradable, no hay nada mejor! ¡Las matemáticas son
facilísimas!, etc. Y acto seguido demostrémosles que es así, con un hecho
concreto… Eso nunca en la vida se les olvidará. Enséñenles amor hacia su país y
compromiso para con él. No hagamos lo de aquellos que creen que vivimos en el
peor lugar del mundo y que el extranjero es el paraíso (xenolatría), porque esa
forma de pensar no solo es falsa y enfermiza, sino que enajena a nuestros niños
y jóvenes de su palpitante realidad inmediata y los niega de base. Formémoslos
en el orgullo altivo e histórico de ser colombianos, personas trabajadoras,
estudiosas, honestas y de bien; hombres y mujeres libres, no esclavos hincados
ante un extranjero que nos niega y aplasta. Ya para concluir, enseñémosles que
nuestro colegio es el templo del bien, de los valores éticos, de la ciencia, de
las artes, del deporte y del estudio; en donde se forman personas integrales.
La diferencia con los demás, solo ellos mismos la harán, porque Dios está en
todos y cada uno de ellos, como un poderoso faro de luz que los conduce hacia la
construcción y logro de su propia felicidad.
La
misión es enorme, lo sé, pero entre todos y cumpliendo cada uno con la parte
que le corresponde, la lograremos, para gloria de nuestro colegio, de nuestra
patria y para mayor gloria de Dios.
Un
abrazo.
NABONAZAR COGOLLO
AYALA
Madrid
(Cundinamarca), mayo 26 de 2013
[1]
Ejemplo que solía enseñarnos el Reverendo Padre Gumersindo Domínguez Alonzo, en
sus acostumbradas charlas bíblicas hacia los estudiantes, en el patio del
Colegio Diocesano Pablo Sexto, hacia 1985, aprox.
PROFE SU PLUMA Y SU ALMA DE EDUCADOR SIEMPRE PRESENTES EN SUS ESCRITOS. COMPARTO PLENAMENTE SU IDEA.
ResponderEliminarUN ABRAZO