domingo, 26 de mayo de 2013

CARTA DE UN EGRESADO A LOS DOCENTES PAULISTAS DE LA ACTUALIDAD


Muy apreciados y respetados docentes.

Un saludo fraternal de un docente en ejercicio igual que ustedes.
Tienen ustedes la grave responsabilidad de hacer de esos muchachos que llegan cada día a sus aulas hombres y mujeres de bien. Personas plenas y felices que den lo mejor de sí mismas a la sociedad en la cual han nacido y de la que indisolublemente forman parte. Motívenlos al máximo para que vean en las ciencias, el deporte y las artes, formas de vida palpitantes de gusto y emoción. No aburridoras cargas impositivas, hijas de un decreto del gobierno nacional. Enséñenles desde ahora que en la vida nada es gratuito y que todo se lo tendrán que ganar, luchando a brazo partido por las oportunidades, que normalmente se presentan una vez, nunca dos. Y que si las dejan pasar, otro más avezado que ellos vendrá y las aprovechará. Exíjanles al máximo, así ahora no lo entiendan porque su irreflexividad juvenil no les permite ver más allá de su corta experiencia de vida. La exigencia los formará para un mundo cruel y sin piedad, en donde deberán demostrar con hechos y no con palabras, los valores intelectuales y morales que como personas poseen. Enséñenles a enfrentarse a un libro, a traspasarlo de un lado al otro con su aguda capacidad comprensiva, a extraer de él la estructura profunda de su discurso y a no a quedarse en la mera superficialidad inmediata de las palabras que ocultan a primera vista la savia nutricia de la obra. Enséñenles que para criticar, primero deben conocer a fondo aquello que se critica. Que no hagan ellos lo de los árboles jóvenes que desarrollan muchas ramas y hojas y pocas raíces. Y luego, cuando viene el primer vendaval, caen derrotados al suelo fruto de su mucho crecer y su poco profundizar[1]. Enséñenles rigor científico en la formulación de juicios y que eviten las generalizaciones indiscriminadas, hijas de un desconocimiento craso de lo que se habla. Enséñenles que vale más un solo juicio, bien sustentado, que mil palabras hueras y vacías de contenido. Destierren de sus jóvenes almas cualquier forma de fobia, que los anclará a tierra con espíritu derrotista y de negación de la lucha, sobre el miedo irracional del “no puedo”. Como la aritmofobia (miedo a las matemáticas), lectofobia (miedo a la lectura), logofobia (miedo a las palabras o discursos), examinofobia (miedo a las evaluaciones), entre otras. Frases como: ¡Las matemáticas son difíciles! ¡Inferencias matemáticas solo las lograrán ciertas personas! Fomentan el miedo irracional hacia la ciencia de los números y el cálculo, lo cual a la larga es muy dañino y pernicioso para nuestros muchachos, evitémoslas al máximo, aun cuando las digamos por chiste. El subconsciente humano no posee sentido del humor y una frase destructiva como esa se grabará en él, a la manera de un pernicioso decreto que incidirá negativamente en el comportamiento posterior de nuestros alumnos. Y tendrá más fuerza si la decimos investidos con nuestra autoridad docente. Digamos en cambio… ¡Esto es fácil! ¡La lectura es muy agradable, no hay nada mejor! ¡Las matemáticas son facilísimas!, etc. Y acto seguido demostrémosles que es así, con un hecho concreto… Eso nunca en la vida se les olvidará. Enséñenles amor hacia su país y compromiso para con él. No hagamos lo de aquellos que creen que vivimos en el peor lugar del mundo y que el extranjero es el paraíso (xenolatría), porque esa forma de pensar no solo es falsa y enfermiza, sino que enajena a nuestros niños y jóvenes de su palpitante realidad inmediata y los niega de base. Formémoslos en el orgullo altivo e histórico de ser colombianos, personas trabajadoras, estudiosas, honestas y de bien; hombres y mujeres libres, no esclavos hincados ante un extranjero que nos niega y aplasta. Ya para concluir, enseñémosles que nuestro colegio es el templo del bien, de los valores éticos, de la ciencia, de las artes, del deporte y del estudio; en donde se forman personas integrales. La diferencia con los demás, solo ellos mismos la harán, porque Dios está en todos y cada uno de ellos, como un poderoso faro de luz que los conduce hacia la construcción y logro de su propia felicidad.

La misión es enorme, lo sé, pero entre todos y cumpliendo cada uno con la parte que le corresponde, la lograremos, para gloria de nuestro colegio, de nuestra patria y para mayor gloria de Dios.

Un abrazo.
NABONAZAR COGOLLO AYALA
Madrid (Cundinamarca), mayo 26 de 2013





[1] Ejemplo que solía enseñarnos el Reverendo Padre Gumersindo Domínguez Alonzo, en sus acostumbradas charlas bíblicas hacia los estudiantes, en el patio del Colegio Diocesano Pablo Sexto, hacia 1985, aprox. 

1 comentario:

  1. PROFE SU PLUMA Y SU ALMA DE EDUCADOR SIEMPRE PRESENTES EN SUS ESCRITOS. COMPARTO PLENAMENTE SU IDEA.

    UN ABRAZO

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