Corría el año 1040 de Nuestro
Señor y en el viejo reino anglosajón de Mercia [1],
gobernaba con mano de hierro y espíritu redomadamente despiadado, Leofric,
conde del lugar, quien tenía por esposa a Lady Godiva, mujer de gran belleza
descendiente de nobles anglosajones, quien
profesaba con devoción la fe cristiana. Lady Godiva solía interceder ante Leofric a
favor del pueblo de las pequeñas ciudades del poderoso reino, a quienes el
malvado conde sobrecargaba con pesados impuestos para satisfacer sus numerosas
guerras contra los vecinos, lo mismo que sus abundantes fiestas y vida
disipada. Godiva imploraba ante los pies de aquel demonio por las pobres viudas y los huérfanos,
producto de aquellas brutales guerras, pero en más de una ocasión los ruegos
fueron inútiles. En alguna oportunidad el asunto fue a mayores…
La condesa Lady Godiva y su esposo, el conde Leofric...
-
Leofric,
Leofric… descendiente de anglosajones de noble y gran corazón. ¡Te lo suplico
mi buen y gran señor! ¿De dónde habrán de sacar oro, lino, harina de trigo y
piedras preciosas esos pobres aldeanos, que a duras penas tienen algo para
comer y ello gracias a la caridad que yo les prodigo?
-
¡De eso se
trata, mujer inútil! ¡Tú tienes mal acostumbrados a esos ratones de aldea,
buenos para nada! ¡Has vaciado el poco trigo de los graneros de Palacio y has
quitado el pan de la boca de mis soldados!
-
Pero mi gran
Señor… ¿Es que acaso son más valiosos los agentes de la guerra, del mal y la
destrucción que esos desgraciados aldeanos que sólo piensan en trabajar, en
honrar a Dios y en hacer el bien?
-
¡Cállate
mujer imbécil! ¡Poco me importan tus estúpidas razones evangélicas! ¡Mi
Evangelio es la guerra! En poco tiempo Nuneaton y Bedworth caerán en mi poder.
Mis tierras se acrecentarán, ja ja ja. Y de mi empuje no se salvará ni el
mismísimo Reino de Gales, más allá del río Humber. Ja ja ja ¡Celtas estúpidos!
-
Te lo pido mi
Señor, te lo pido… no los graves con más impuestos. ¡Se morirán de hambre!
-
¡Silencio! Ya
suficiente he tenido con el oro que has gastado fundado conventos en Coventry [2] y
en la aldea de Stow. Pero… un momento… ¿Amas a Jesucristo, verdad?
-
Pues sí,
pero… ¿En qué estás pensando?
-
En nada más
que en probar tu supuesta fe y tu amor al pueblo, ja ja ja.
-
¿Qué te
propones Leofric?
-
¡Te propongo
un trato Godiva! ¡Un jugoso trato, para que mires cuán generoso es el Señor
Monarca de estos lugares!
-
¿Cuál es ese
trato, agente de los infiernos?
-
¡No me
insultes!.. Mira, es muy sencillo. Te juro que no gravaré al pueblo de Mercia
con nuevos impuestos para la guerra, si tú accedes a un pequeño sacrificio
público en su favor. ¿Accederías?
Si de verdad
amas tan entrañablemente a tu pueblo como aseguras y te dueles por lo que pueda
sucederle, así sea que se mueran como malditas ratas apestadas sin nada de
comer… ¡Cabalgarás totalmente desnuda por las calles de Coventry a plena luz
del día, en medio del frío invernal!
¡Con
ello verás cuán ruines son esos detestables aldeanos, que se solazarán en ti,
dejando ver su apestable lujuria, nada cristiana por cierto! Ja ja ja ¡Qué
divertido será si tú accedieras, ver
cuán equivocada estás al defenderlos! Ja ja ja.
-Pero… ¿Cómo
se te puede ocurrir semejante atrocidad? ¡Oh cuánta razón tenía mi padre el rey
de los sajones, al llamarte “el más depravado vástago de Inglaterra”! ¡Que el
infierno dé cuenta de ti!
-Allá he de ir
si es necesario, querida. Mi próximo objetivo militar es Wessex… ¡Seré su rey!
Ja ja ja. Entonces… ¿Qué dices Godiva? ¿Cierto que no te atreves?
Levantándose del suelo en actitud
altiva como corresponde a una dama noble, descendiente de las más rancias
familias anglosajonas, Godiva recogió su hermoso cabello pelirrojo y desafiante
le espetó…
- ¡Pues sí
acepto, rey de la ignominia! ¡Cabalgaré por Coventry en medio de la niebla
invernal sin más vestimenta que mi roja cabellera sobre mi cuerpo! ¡Dios
recibirá este sacrificio en prueba de lo mucho que amo a mi pueblo!
-¡Ah vaya! La
reinita aceptó el desafío. ¡Pues bien mujer, tú lo has querido! Tendré
oportunidad de reírme de tu estúpido sacrificio desde mi balcón de Palacio con
todos mis ministros y señores de la Corte.
- ¡Haz lo que
te plazca, el pueblo lo agradecerá!
-¡Ciudadanos
de Coventry! Nuestra reina, la amada condesa Lady Godiva cabalgará desnuda por las
calles coventrinas a cambio de que el Tirano nos libere de una nueva carga de
impuestos. ¡Nadie habrá de mirarla, nadie! Y que caiga la ira de Dios y la
maldición de los infiernos sobre aquel que ose mancillar con sus ojos el divino
cuerpo de nuestra amada benefactora!
-¡Sí, sí, sí!
¡Así será! Nadie habrá de ver a Lady Godiva…
El sol matutino se puso sobre el
cenit en el punto exacto del medio día. Esa era la hora convenida entre Godiva
y su pueblo para iniciar el sacrificio. Absolutamente todos los aldeanos se
encerraron en sus casas a orar por el bienestar de Mercia y de su Reina. Mientras
tanto cubierta únicamente con el manto rojizo de su cabello, Godiva inició el
recorrido por las desérticas calles de la ciudad.
Pero Dios irritado por la grave
falta del atrevido fulminó maldición sobre él y en el acto lo dejó ciego para
siempre. Como tocado por un rayo el desgraciado sastre se revolcaba de dolor
por los suelos, mientras los lugareños al oír el alboroto, una vez culminado el
recorrido de la Reina, entraron en tromba en casa de Peeping Tom. Lo hallaron llorando y suplicando perdón en
el suelo en medio de las más espesas tinieblas.
Fue apresado por los enfurecidos aldeanos quienes lo encerraron en la
prisión de Coventry. La noticia del incidente llegó hasta Palacio donde dio
lugar a la siguiente escena…
- ¡Vaya
sacrificio estúpido mujer! ¡Se ve que te ama de verdad tu pueblo! Pero eso no
se puede afirmar a cabalidad. Un tal Peeping Tom espió tu desnudez, ja ja ja.
- Mi pueblo ama
a su Reina como el que más, mi cruel señor. En cuanto a Peeping Tom, el Rey de
los reyes dio cuenta de él en castigo por su grave falta. En cuanto a mí ya lo
he perdonado por cuanto no olvido que entre el trigo y la cebada se cuela a
veces la cizaña, como reza el Evangelio. Pues bien… he cumplido con mi parte
del trato Leofric. Falta que ahora tú cumplas con la parte que te corresponde…
¿Liberarás a mi pueblo de nuevos impuestos conforme tu palabra?
- ¡Pocas veces
cumplo mi palabra, por cuanto un Rey guerrero no acostumbra tenerla! Pero en
vista de los que has hecho y del apoyo que has tenido, haré una excepción.
¡Ciudadanos
de Coventry y de todo el Condado de Mercia! Cúmplase la siguiente orden real: a
partir del día de hoy no gravaré con nuevos impuestos al pueblo de Coventry, a
los aldeanos de Stow, a los habitantes de Northumbria ni en definitiva a ningún
habitante de estas tierras. Ello en gracia del sacrificio que en vuestro favor
ha realizado vuestra soberana, lady Godiva, ornamento y gracia de la nobleza
anglosajona. Las guerras de expansión proseguirán pero se financiarán con los
dineros del Tesoro Real. ¡Tesorero, tomad nota de cuanto he dicho y que así
sea!
Sobre las
últimas palabras en la boca de Leofric, se escuchó un atronador grito de
alegría de los aldeanos coventrinos quienes como una sola voz decían…
¡Que
viva Lady Godiva! ¡Que viva nuestra soberana! ¡Gracias Dios del cielo por
habérnosla dado! ¡Que viva la Reina!
Lady Godiva moriría en 1080 a edad no muy avanzada
debido a una afección sobre su delicada salud. El pueblo de todo Mercia la
lloró amargamente y la convirtió en una heroína, símbolo de la resistencia
sobre la injusticia y la tiranía. Su figura ha traspasado los pueblos y los
siglos por la gallardía y el valor de sus acciones a favor de los más
necesitados. Y aún en las sencillas aldeas inglesas se escucha un bello cantar
romancero en su honor que empieza así:
Una
reina tan bella cual santa
En
defensa del pueblo elevó…
Su
protesta ante el mal que la espanta
Y
a las calles desnuda salió.
La
siguió en su triunfal recorrido
Por
Coventry un arcángel de Dios
Que
dejara a aquel sastre atrevido
Sin
poder contemplar más el sol.
Esa
Reina fue Lady Godiva
La
que el pueblo por siempre adoró!
Monumento a Lady Godiva
Nabonazar Cogollo Ayala
Madrid
(Cundinamarca)
Agosto
7 de 2003
Reflexión: Esta emotiva historia es profundamente aleccionadora y posee una vigencia innegable, aún casi mil años después de haber ocurrido tan extraño como bello episodio. Lo que nos demuestra la leyenda de Lady Godiva es que la injusticia siempre ha existido y contra ella se han levantado almas valerosas que pusieron el beneficio de los demás por encima de sí mismos, hasta el límite del sacrificio, inspirándose en el mensaje de bondad universal y amor al prójimo profesado en el Evangelio. La fe de Godiva era muy grande, inmensa, ella creía ciegamente en Dios y en su pueblo e impulsada por ese amor sobrenatural al Uno y al otro, decidió un día salir desnuda a las calles de la pequeña ciudad de Coventry, con tal de mermar un poco el hambre y el sufrimiento de los más necesitados. Su pueblo se estremeció al ver la resuelta determinación de la buena soberana y decidió encerrarse en sus modestas viviendas para salvaguardar la honra y dignidad de la Reina que así se sacrificaba por todos. En inglés antiguo el verbo to peep significaba espiar, observar, atisbar… Peeping Tom[1] –el infame sastre de la historia- espió la desnudez de la bella soberana, lo que desató la ira de Dios y de los aldeanos, que arremetieron furiosos contra él, para terminar sus días, ciego en la cárcel de la torre del Palacio. Sobre la faz del planeta tierra siempre ha existido el mal, el cual asume diferentes y aterradoras máscaras, desde la tiranía y el abuso en el gobierno, hasta la muerte, el asesinato, la depravación moral y la deshonra. Pero así mismo han existido -y existirán- personas valerosas, auténticos héroes o heroínas que en nombre de los más elevados y puros ideales, le hacen frente; para recordarle a la humanidad que el mal no siempre vence y que así como se nutre del odio, la ira, el resentimiento y el deseo de venganza. En contraprestación surge el bien que asume la forma de la determinación, la valentía y el coraje, por encima de todo cuanto pueda dañar a los seres humanos[2].
[1] Antiguo condado del centro y sur de Inglaterra el cual poseía límites
por el occidente con la frontera de Gales, por el oriente con la frontera de
East Anglia y con el río Támesis al sur. La palabra Mercia deriva de la antigua voz inglesa Merce, que significa Pueblo
de la frontera.
[2] Pequeña ciudad en la región
centro inglesa de West Midlands. En el año 1043 Lady Godiva y su esposo Leofric
habían fundado un convento benedictino en ella.
Es una estrategia provechosa para la enseñanza de la historia, una labor docente con muchas dificultades. El texto mantiene atrapado al lector hasta el final.
ResponderEliminarCelebro mucho que le haya gustado, maestro William. Un abrazo y que Dios lo bendiga.
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