sábado, 6 de diciembre de 2014

LAOCOONTE Y SUS HIJOS Por: Nabonazar Cogollo Ayala


LAOCOONTE Y SUS HIJOS
Por: Nabonazar Cogollo Ayala

Narra el poeta Homero en La Ilíada, que los aqueos orquestaron el truco del gigantesco caballo de madera y que simularon irse de las costas de Troya, fingiendo haber aceptado su derrota, luego de 10 años de una guerra en la que no había ni vencedores ni vencidos.  El enorme caballo hecho de leños y tablas que como sabemos portaba en su interior al ejército aqueo entero, no cabía por el portón de entrada, en las murallas de piedra de Troya. En razón de ello el crédulo  e inocente rey Príamo ordenó a los albañiles troyanos, que derribaran el tramo necesario de muralla para abrir un boquete que permitiese el paso al presunto regalo votivo que los aleccionados aqueos habrían dejado a la ciudad en calidad de regalo y ofrenda a su diosa patrona, la señora de las artes, la guerra y el conocimiento: Palas Atenea.

Cuando estaba casi para completarse el delicado procedimiento del ingreso del caballo de madera a la ciudad de Troya, irrumpió intempestivamente en escena el viejo sacerdote troyano, Laocoonte, acompañado de sus dos hijos. El sabio anciano algo maliciaba en todo aquello y se opuso férreamente a que a su amada ciudad ingresaran aquel extraño regalo. Es famosa su frase…

¡TIMEO DANAOS ET DONA FERENTES!
(¡TEMO A LOS AQUEOS Y A SUS REGALOS!)

La diosa Palas Atenea quien veía ya casi completado el plan de su terrible venganza contra su propia ciudad, estalló en súbita furia en la cima del monte Olimpo y ordenó al dios Poseidón, señor de mares y océanos, que en el acto hiciese salir del mar de Troya, dos gigantescas serpientes que silenciaran al impertinente sacerdote y a sus vástagos. Fue así como dos enormes ofidios marinos salieron de las aguas y se enrollaron alrededor de los cuerpos de Laocoonte y sus hijos para devorarlos sin piedad. Conjurada toda amenaza, el caballo fue ingresado a Troya y la ciudad volvió a ser cerrada tras sus gruesas murallas.

El epilogo es triste: Troya fue tomada salvajemente por el ejército aqueo y reducida a cenizas. Sus habitantes fueron pasados a cuchillo y los que salvaron la vida, fueron vendidos como esclavos. El rey Menelao recuperó a su esposa Helena, a quien perdonó después de 12 años de rapto en Troya.

Madrid (Cundinamarca), diciembre 6 de 2014

jueves, 4 de diciembre de 2014

SOBERBIA (Apólogo) Por: Nabonazar Cogollo Ayala


SOBERBIA
(Apólogo)
Por: Nabonazar Cogollo Ayala
Aquel día me dispuse a trabajar contigo conforme el gran maestro del templo de los dioses lo había ordenado. Muy temprano llegué hasta la celda taller donde tú vivías y con palabras de sincera amabilidad te saludé. Pero no te dignaste responderme, porque tu soberbia te dictaba que tú, por creerte superior a mí, no tenías por qué descender de tu alto pedestal hasta la villanía de mi humilde nivel. No hice caso de aquel desprecio y opté por sentarme a tu mesa de trabajo, dispuesto a tejer la parte de la tela hecha con hilos de seda, oro y plata, que me correspondía. Entonces me miraste con verdadera furia. El odio más visceral brillaba en tus ojos y tu boca prorrumpió[1] en los siguientes improperios[2]

-¡Apártate de esa preciosa tela, so imbécil!  ¿Es que acaso no te das cuenta que no requiero de tu estúpida y miserable ayuda? ¡Conmigo como artesano, sobra y basta! Bien puedes irte por donde viniste, bueno para nada…

Mi alma se sintió verdaderamente herida por aquellos insultos contra mi persona y contra mi valor como artesano experimentado. Un repentino sabor amargo inundó mi garganta y cascadas de lágrimas asomaron a mis ojos. Esta visible reacción emocional dibujó una sonrisa de triunfante satisfacción en tu rostro… Yo me limité a decirte con voces rápidas y entrecortadas…

-¡Bueno, así será si así lo has decidido! Vine por orden del gran maestro, pero si sobro, me voy…
Con el alma abatida me retiré de tu lugar de trabajo y aposento. Alcé los ojos al cielo y les dije a los dioses…
-¡Paciencia! Solo les pido, oh bienaventurados, que me den paciencia para asumir con sabiduría y entereza, los golpes de la soberbia y la incomprensión.

Una suave ráfaga del viento del otoño acarició mi rostro humedecido por las lágrimas del sufrimiento y del dolor. No te deseaba ningún mal, pero yo había sido agredido por ti y mi alma entera se resentía ante la injusticia de los golpes propinados por tu redomada soberbia. El dios del tiempo siguió impasible su labor y en su enorme reloj de arenas de oro, los segundos hicieron días y los días hicieron años. Un día estaba absorto en mi labor de artesano en mi celda, tejiendo un precioso manto dorado para la mesa del rey, cuando alcé mis ojos para encontrarme con los tuyos. Con voces transidas[3] por el dolor y la angustia me dijiste…

-Tengo inutilizada una de mis manos, por causa de una lesión que sufrí luego de una estrepitosa caída de mi caballo alazán[4]… Preciso de tu ayuda para poder acabar apenas a tiempo, para la fiesta de la coronación del nuevo rey, la capa de caballero que se me ha encomendado… ¿Podría contar con tu ayuda?

Tu adversa situación no dibujó una sonrisa revanchista en mi rostro. Vi entonces a través de la ventana de mi celda, al dios de la sabiduría asomado entre nubes de gasa sobre un fondo de zafiro. Su rostro de luz se mostraba sereno y en calma con la placidez de un lago de las montañas. En tropel vinieron a mi mente varias escenas… tus insultos, tu sonrisa, tu soberbia…

-¡Te ofendí, bueno, te ofrezco una disculpa! Nunca quise… Ahora te necesito…
- ¡Oh, calma hermano! Imbécil[5] es el que ha caído a la vileza del suelo, porque el báculo en que se apoyaba ya no lo sostiene. Equivale a decir…”sin palo en qué apoyarse”… Parece ser que ya no lo soy porque tu necesidad coyuntural te ha traído hasta mi celda… No te preocupes, mi corazón no incuba odios ni resentimientos hacia ti, aun cuando tú me hayas herido en el pasado con la injusticia de tu soberbia. Cuenta con mi lanzadera, cuenta con mi habilidad de artesano. Las pondré a tu servicio para beneficio del rey y de tu nombre. Solo te pondré una pequeña condición…
-¿Cuál es esa condición para ayudarme a salir del atolladero, hermano?
-Irás al templo del dios de la sabiduría y harás una oración sentida. No es más…

En ello conviniste aunque no sin un leve mohín[6] de disgusto en el rostro… Una vez en presencia del dios de los pensamientos, las ideas y las brillantes ocurrencias, un pesado sopor cerró tus párpados, antes que elevaras tu plegaria.  Cuánto tiempo pasó, lo ignoro. Solo sé que cuando despertaste una leve niebla azulada invadía suavemente aquel recinto sagrado. Te hallaste solo en el templo con un mensaje insistente que el dios de la sabiduría había dejado en tu mente. Este mensaje lo bordamos posteriormente con hilos de oro en la capa del rey, para beneplácito del mismo y era el siguiente…

No presumas de saber más que los demás. Los tiempos son impredecibles y el saber en ellos no se agota. No sea que debas deponer tu inalcanzable soberbia ante aquellos que un día menospreciaste y debas inclinar tu frente a sus pies. Sé soberbio y la sabiduría infinita de los tiempos te llevará a ser humilde, por la ley de la compensación divina que todo lo equilibra.
Madrid (Cundinamarca)
Junio 29 de 2013




[1] Prorrumpir: Expresar repentinamente un sentimiento mediante gestos o palabras.
[2] Improperio: Sinónimo de insulto.
[3] Transido: Atravesado.
[4] Alazán: Caballo o yegua cuyo pelo es de color canela.
[5] El adjetivo calificativo IMBÉCIL es un vocablo de origen latino, que a su vez se formó a partir de uno griego más antiguo. En latín significa lo siguiente: In/Im= Sin, falto de // Becillis>Baculus= Palo o bastón. Toda la palabra significaría entonces algo así como:  ”Sin palo en que apoyarse”. Posteriormente pasó a significar debilidad mental.
[6] Mohín: Gesto de desagrado en la cara o mueca. 

miércoles, 3 de diciembre de 2014

AL SOLDADO DE COLOMBIA Por: Nabonazar Cogollo Ayala


AL SOLDADO DE COLOMBIA
Por: Nabonazar Cogollo Ayala

Soldados de mi patria, soldados orgullosos
¡Defiendan la grandeza de nuestra gran nación!
Sobre sus hombros pesa la historia de un pasado
Que el ínclito soldado convierte en oración.

La voz de los fusiles acalla al enemigo,
La tricolor bandera se mira tremolar…
Y los hombres de hierro avanzan con sigilo
Venciendo la avanzada de intrépido luchar.

Los pasos gigantescos  de aquellos que vencieron
Poniendo en cada golpe su vida y más allá…
Retumban palpitantes en el soldado fiero
Que sigue el firme ejemplo del héroe en Boyacá.  

-¡Arriba compañeros! ¡Marchemos desafiantes!
Se escucha en el cuadrante de nuestra inmensidad…
Son las voces de mando de la legión triunfante
Que riega con su sangre la límpida heredad.

Los héroes del pasado renacen en su gloria
Bolívar y Padilla y el bravo Santander…
También las heroínas tejieron las coronas
Con los verdes laureles que les donó el deber.

¡Arriba mis soldados! Pongamos firme el pecho,
En aras del derecho de la patria inmortal…
Colombia los saluda, desde el marcial pertrecho
Hasta el hogar sagrado del celo paternal.

Jamás olvidaremos los héroes de Colombia
Que ofrecen vida  y gloria, también su juventud…
¡Pues son los defensores de la gentil memoria
De una patria que lucha forjando su virtud!

Madrid (Cundinamarca), octubre 19 de 2014