jueves, 31 de enero de 2013

EL SAPO FILÓSOFO (Fábula filosófica)


Noticia histórica: En 2006 fui nombrado director, junto con la compañera Ruby Constanza Lara, del Proyecto de Filosofía para Niños y Jóvenes del Instituto Superior Cooperativo, entidad de educación media en la capital colombiana. Esta fábula la escribí para los chicos de los grados 4° y 5°. Ruby le sacó el máximo de provecho filosófico a este encantador poema con sus alumnos. Yo espero sea del agrado de los amables lectores.

Pepe Sapo se puso juicioso

A leer con amena fruición.

Cuanto libro llegó hasta sus manos,

Ciencias varias donde el ser humano

Del misterio daba explicación.

 

Y entre todos en la biblioteca

Que le diera saber en alud.

Se encontró con un libro soberbio,

Grueso, grande, fecundo y muy serio

De un filósofo grande en virtud.

 
 

Y embebido en sus páginas vuela

Del sapito la imaginación.

¡Yo! –se dice- seré siempre sabio

Y la gente oirá de mis labios

El saber de mi gran corazón.

 

Yo daré la infalible doctrina

A este mundo insensato y falaz.

Mi intelecto con luces eternas

Matará de los seres las penas

Y dará con orgullo la paz.

 

¡Yo seré más sabihondo que Hegel,

O que Kant, hasta el griego Platón!

¡Seré luz de la  gente  sapuna

Y a mi mente otra mente ninguna

Retará con soberbia opinión!
 
 
 

Más en estas lo escucha otro sapo

Tío Martín, consumido en vejez.

Que ha reunido el saber esplendente

De la vida pasada y presente

Con modestia, sin necia altivez.

 

Y escuchando con tacto el discurso

Se acomoda las gafas y ve.

Quien es ese que habla insensato

Y se ensalza a sí mismo a lo alto

Más allá del terral canapé.

 

Qué son esas tus voces, pequeño

-Va y le dice modesto el señor-

¿Quieres ser tú más sabio que el sabio

De los sapos, sin mengua o resabio?

¿Ser lumbrera, entre sapos mejor? 

 

Yo te aplaudo y qué bueno que quieras

Entre todos ser luz sideral.

Más no olvides no ser petulante,

No hubo sabio en la ciencia o talante

Que aplaudiera su propio caudal.

 

El saber no pretende el aplauso,

Ni lisonjas,  mundano laurel.

Su ansiedad es hallar las verdades

Desprendidas de las vanidades

De este mundo que a veces es cruel.

 

Si tú buscas ser más que los otros

Sobre el libro de honroso saber.

Temo amigo que erraste tu rumbo

Pues tú quieres lisonjas del mundo

No la pura verdad en el ser.

 

Deja el libro, no manches sus hojas

Con tu pobre e infeliz vanidad.

Busca fama en otras latitudes,

En el circo o en el baile… ¡No dudes!

No es tu meta la hermosa verdad.

 

Ante este inmortal raciocinio

Que da vuelta a su pobre intención.

Pepe Sapo se pone muy triste

Deja el libro. Su fe no consiste

Francamente en la sabia misión.

 

No te aflijas –le dice el buen tío-

Que no halles la senda a seguir.

No es motivo de llanto angustiado…

Pues sabrás que tú eres llamado

En aquello que orienta el vivir…

 

¿Y qué es? No lo sé, tú lo sabes

Sigue pronto tu fiel corazón.

Él, constante, con fe en tus destrezas

Llevará tu virtud, sin flaquezas

Donde nazca la aguda intuición.

 

Nunca hagas tú daño al hermano

Con la luz que en tu ser brillará.

Haz el bien con el rico talento,

Que el Señor de los cielos, atento

Te legó con la voz ¡triunfarás!
 
 
Nabonazar Cogollo Ayala
Madrid (Cundinamarca), Colombia
Enero 7 de 2006
 

RAÚL GÓMEZ JATTIN (Soneto)


Gómez Jattin… alquimista del poema,

Mago insomne que la vida en su girar.

Conformara con la gloria como emblema

Con la savia del sufrir y del cantar.

 

Deliraste, enardeciste tu existencia

Tu conciencia fue la llama que inmortal.

En la altura de sin par luminiscencia

Coronara del parnaso el pedestal.

 

Fue la calle la mansión de tu desgracia

Fue la noche aquella cómplice que encanta

Con el canto delirante en tu sufrir.

 

Fue tu amiga la poesía de eterna gracia

Fue la clínica la bruja que te espanta

Fue el teatro la ilusión de tu existir.
 
 
 
Madrid (Cundinamarca), Colombia
2006
 
RAÚL GÓMEZ JATTIN (1945 - 1997)
 
 
 
... SOY TAN LÚCIDO QUE HASTA LOCO SOY...
 
 
NO SÉ DÓNDE ARDERÁS CORAZÓN MÍO...

miércoles, 30 de enero de 2013

LOS DIOSES DE LA GRECIA CLÁSICA (Artículo)


Los dioses más importantes de la Grecia clásica vivían en la cima del monte Olimpo y formaban parte de la corte celestial de Zeus[1]. Ellos eran: Hera[2], diosa del matrimonio, reina y esposa de Zeus. Hefaistos o Hefestos[3] (herrero de los dioses, hijo de Zeus y Hera). Este era cojo, feo y muy malgeniado. La belleza estaba en todo lo que él fabricaba. Él creó con maestría sin igual a la primera mujer humana, Pandora[4], la cual la hizo en principio de arcilla y luego la llevó ante Zeus quien en persona sopló en su frente el polvo de la vida para que la estatua se convirtiera en una mujer de carne y hueso.
 
LA EXTREMA CURIOSIDAD DE PANDORA LA LLEVA A MIRAR EL INTERIOR
DE LA CAJA PROHIBIDA QUE ZEUS LE HABÍA OBSEQUIADO...
 
Esposa de Hefestos era la bellísima Afrodita[5], diosa de la belleza y el amor. Zeus había lanzado una maldición sobre Afrodita por su vanidad y soberbia. La condenó a casarse con el más feo de los inmortales dioses. ¡No es gratuito que la belleza más sublime vaya de la mano con la fealdad! Otro de los dioses olímpicos era Ares[6], hijo de Zeus y Hera; este era el dios de la guerra. Palas Atenea[7], diosa de las artes, la guerra, la ciencia y el conocimiento. Esta diosa había nacido ya adulta y vestida como guerrera, de la cabeza de Zeus.
PALAS ATENEA, DIOSA DE LAS ARTES, LA GUERRA Y EL CONOCIMIENTO
 
Cuando Zeus acababa de derrotar a los titanes y los había atado con las más duras y poderosas cadenas en el fondo del hueco del Tártaro, debido a su redomada maldad. Los protodioses[8]abuelos, Urano y Gea, le advirtieron a Zeus que él después de todo no era tan poderoso y que aunque hubiera amarrado por siempre a los 12 titanes –que lo podían derrocar-, aún quedaba una diosa suelta que era mucho más poderosa que él y sin la cual no podría gobernar el cosmos entero. Se trataba de Metis, diosa del pensamiento.
ZEUS EN EL CENTRO Y BAJO SU SILLA ACURRUCADA SE MIRA A METIS
LA DIOSA DEL PENSAMIENTO. DE LA CABEZA DE ZEUS NACE ATENEA...
 
Zeus desesperado la buscó por cielo, tierra y mar, hasta que la encontró. Metis estaba embarazada y Zeus, sin dudarlo un momento, se la devoró con todo y bebé. ¡Es decir, la luz se unió con el pensamiento! ¿Notan el profundo simbolismo que hay ahí? Metis no murió –no podía morir porque era inmortal por ser una diosa-. Metis se fusionó en un solo ser con la divinidad existencial de Zeus. Pero este último quedó embarazado porque Metis antes de unirse con él ya lo estaba. A Zeus se le abultó considerablemente, no el vientre sino la cabeza… Desesperado por el dolor Zeus corría de un lado al otro de los espaciosos pasillos y corredores del Olimpo.  Hizo llamar al herrero de los dioses. Hefestos armado con un tremendo martillo y un enorme cincel le abrió la cabeza a Zeus por orden de este. Y… ¡Oh sorpresa! de la cabeza del rey de los dioses nació una diosa adulta, vestida y armada como guerrera.
TEMPLO DEDICADO A LA DIOSA PALAS ATENEA
 
Él la llamó Palas Atenea, la diosa de las artes, la guerra, la ciencia y el conocimiento. Por eso los antiguos griegos consideraban que los padres de Palas Atenea –“la diosa de los ojos de lechuza”, como la llamaba Homero-, eran Zeus y Metis, es decir, la luz y el pensamiento, que al unirse dieron como resultado la ciencia, las artes, la guerra (por la estrategia militar) y el conocimiento en todas sus manifestaciones (matemáticas, geometría, música, filosofía, poesía, gimnasia, etc.). Por esa razón Palas Atenea tenía como misión especial del Olimpo cumplir con la voluntad de su padre Zeus, cualquiera que esta fuera.
EL DIOS ZEUS (JÚPITER EN ROMA) REUNIDO
CON ALGUNAS DIVINIDADES OLÍMPICAS...
 
Palas era una de las diosas preferidas de Zeus, “el dios que amontona las nubes” como lo llamaba también Homero en La Ilíada. Los otros dos dioses de la trilogía[9] de los más fuertes, no formaban parte de la corte celestial de Zeus, porque cada uno de ellos tenía su propio palacio, así: Poseidón[10], quien se había casado con Anfitrite, una de las diosas del fondo del océano, vivía con ella y sus numerosos hijos en un soberbio palacio de coral en el lecho marino. Sus hijos eran los tritones, seres divinos con torso y rostro humano y cola de pez en lugar de piernas. Y las nereidas, mujeres con cola de pez, a las que la posteridad ha llamado con el apelativo de sirenas. El tercero entre los más poderosos era Hades[11], señor del inframundo[12].
HADES, (PLUTÓN EN ROMA) DIOS DEL INFRAMUNDO Y HERMANO DE ZEUS
 
Él reinaba en las profundidades de la tierra, donde tenía su cavernoso y oscuro palacio que olía a carne putrefacta y al cual se llegaba por un largo y estrecho túnel. El ser humano que entrara al inframundo –así fuera por error-, no podía volver a salir de él porque sus leyes eran muy estrictas. Para salir necesitaba un permiso especial de Hades, el cual nunca incumplía las reglas del inframundo.  ¡Ni el propio Zeus podía dejar de cumplirlas! También se contaban entre los dioses olímpicos el semidiós Hércules (odiado por su rencorosa madrastra Hera). Hércules era odiado por Hera por ser fruto de una de las tantas uniones extramatrimoniales del mujeriego Zeus.
 
HERA, (JUNO EN ROMA), DIOSA DEL MATRIMONIO Y LA FECUNDIDAD
HERMANA Y ESPOSA DE ZEUS
 
Hércules enloquecido por un malvado hechizo de su madrastra asesinó a su primera esposa y a sus tres hijos. Esto horrorizó a los dioses del Olimpo, quienes ignoraban quién había sido la real instigadora de tal exabrupto. Hércules fue condenado por la corte de los dioses del Olimpo a cumplir con 12 trabajos de terribilísima dificultad, para purgar su enorme pecado. Muy obediente y diligentemente el semidiós cumplió con la pena. Algunos de esos trabajos fueron: limpiar los establos del rey Augías, que hacía 40 años no se limpiaban, capturar vivas las yeguas comedoras de carne humana del rey Diomedes, arrebatarle a Hipólita –la reina de las amazonas-, su cinturón mágico, capturar vivo al Cancerbero (el terrible perro negro de tres cabezas que custodiaba la entrada al inframundo, reino de Hades). La saliva de este monstruo era venenosa y sus gotas se convertían en gigantescos y ponzoñosos alacranes. Capturar vivo al toro con pelambre de plata de la isla de Creta etc.
POSEIDÓN (NEPTUNO EN ROMA), DIOS DE LOS MARES Y OCEÁNOS
HERMANO DE ZEUS
 
Uno a uno el semidiós cumplió exitosamente con estos terribles encargos. Cuando llegó al último los dioses conmovidos lo perdonaron y le garantizaron que en lo sucesivo viviría sin ser molestado por ningún otro de los inmortales. Cuando Hércules murió, los dioses del Olimpo se reunieron una vez más y en asamblea decidieron otorgarle a Hércules la inmortalidad y el estatus de dios del Olimpo. Hércules fue revivido y desde entonces fue el dios de la fuerza física, la estrategia y la valentía ante los trabajos de imposible realización. ¡Su rencorosa madrastra tuvo finalmente que aceptarlo como uno de sus iguales en la corte dorada del Olimpo!
 
HÉRCULES EN FEROZ COMBATE CONTRA LA HIDRA DE LERNA
 
                     EL SEMIDIÓS HÉRCULES SEPARA CON SUS PODEROSOS BRAZOS
  LAS COLUMNAS DEL FIN DEL MUNDO, MISMAS QUE APARECEN EN EL ESCUDO
                            NACIONAL DE ESPAÑA EN EL ESTRECHO DE GIBRALTAR
 
EL SEMIDIÓS HÉRCULES ENCADENA AL CANCERBERO, PERRO DE TRES CABEZAS
          Y SALIVA VENENOSA QUE CUSTODIABA LA ENTRADA AL INFRAMUNDO


DIOSA AFRODITA (VENUS PARA LOS ROMANOS)
DEIDAD DE LA BELLEZA Y EL AMOR
 

Nabonazar Cogollo Ayala 

El Yopal (Casanare), agosto 28 de 2012

 



[1]Llamado Júpiter por los antiguos romanos quienes también lo veneraron en su religión, calcada en buena medida sobre la de los griegos. A él está dedicado el cuarto día de la semana: Jove díe= Jueves = “Día del dios Júpiter”.
[2]Los romanos la veneraron con el nombre de Juno.
[3]Llamado Vulcano por los romanos. De ahí deriva la palabra “Volcán”.
[4]Pandora= “La que tiene todos los dones”, en lengua griega antigua.
[5]Llamada Venus por los romanos. A ella está dedicado el quinto día de la semana, el viernes (Veneris die= Día de la diosa venus).
[6]Llamado Marte por los romanos. A él está dedicado el segundo día de la semana.
[7]Llamada por los romanos: Minerva.
[8]Proto= Primero. Protodioses=“Los primeros entre todos los dioses”.
[9]Trilogía= Grupo o conjunto de tres entidades.
[10]Llamado Neptuno por los romanos posteriores, quienes lo adoptaron y veneraron también.
[11]Llamado Saturno por la religión de los romanos.
[12]Infra= Por debajo de/ Inframundo= Mundo de las profundidades.

martes, 29 de enero de 2013

DIALÉCTICA DE LA ESPERANZA

Un antiquísimo por demás de hermoso mito antropogónico griego cuenta lo siguiente: El dios Zeus, señor de todos los inmortales dioses y eterno morador de la cima nevada del monte Olimpo, en la cordillera de los Cárpatos griegos, montó en cólera contra la raza de los efímeros hombres. ¿Por qué razón se irritó el señor de la luz, el rayo y las águilas contra el linaje humano? Porque los hombres habían aceptado el fuego, el cual había sido robado de la sala del trono del inmortal Zeus en cuyo centro ardía en el pebetero sagrado. El hurto lo realizó el dios del pensamiento brillante, Prometeo... 
 
Aquella tarde los dioses del Olimpo se habían entregado a una fiesta en el eternal recinto y en su departir tomaron en abundancia el licor de los bienaventurados, el dulce néctar de ambrosía.  Pasadas las horas -que son milenios para el tiempo de los humanos-, los inmortales se emborracharon y fueron quedando fundidos uno a uno en las literas y pasillos del Olimpo. Ante esta valiosísima oportunidad el dios Prometeo entró furtivamente hasta el lugar, provisto de unas ramas de yesca las cuales pronto ardieron animadas con las doradas chispas del fuego de los inmortales. Prometeo tomó aquella luminiscente antorcha y bajó desde el empinado Olimpo hasta las llanuras de los hombres, donde aquellos debiluchos seres eran pasto de las poderosas criaturas que el dios Epimeteo (dios del pensamiento práctico) había creado: los leones, las panteras, los jabalíes, los tigres, las ballenas. etc.
 
ZEUS... SEÑOR DEL TRUENO Y EL RAYO...
 
¿Por qué los hombres eran devorados día tras día por las bestias? Porque por orden del dios Zeus, Prometeo había creado al hombre débil, con la piel desnuda, sin mucha fuerza física, sin alas, sin garras, sin fauces y sin veneno. Por el contrario, Epimeteo -siguiendo precisas instrucciones de Zeus en tal sentido-, formó a los animales con lujo de fuerza física, empleando poderosas alas para unos, vigorosas patas para otros, colmillos armados de veneno para otros más y grandes aletas para los acuáticos, en fin. Y con la piel reciamente guarnecida por escamas, plumas o una poderosa capa exterior a manera de escudo protector. Nada de todo aquello le había sido permitido al ser humano. Prometeo desesperado ante la magnitud  del desastre que a diario ocurría con sus criaturas por cuenta de los animales, tomó la temeraria decisión de darle a los hombres algo que les permitiera superar ampliamente la desventaja que tenían ante los animales. Y ese algo no fue otra cosa que el fuego. De ahí el controversial robo de aquel radiante elemento que cambiaría para siempre la historia de la humanidad. 
 
BUSTO DEL DIOS ZEUS
 
Un día por la tarde Zeus se extasiaba en contemplar las llanuras de los hombres desde la cima del monte Olimpo, cuando con incredulidad pudo ver que de collados y colinas en la tierra se elevaban sendas columnas de humo.
 
-¡Humo en la tierra! ¡Eso no es posible! Los únicos que poseemos el fuego somos los inmortales dioses. - Se dijo-.
Y aguzó su aquilina vista y pudo constatar que lo que ardía a manera de trofeo de guerra entre las hordas de los mortales hombres no era otra cosa que el fuego, privilegio sagrado y exclusivo de los inmortales. Acto seguido se transformó en águila dorada de majestuosa y sin igual hermosura. Y surcando el purísimo azul del cielo como una veloz flecha de oro sobrevoló las aldeas de los efímeros hombres. Aquí pudo ver el radiante fuego empleado a manera de hoguera para coccionar los alimentos. Más allá vio una horda de cazadores primitivos hostigando a unos animales armados con poderosas teas encendidas. Las bestias que antes los devoraban ahora huían despavoridas ante su sola presencia, debido al terror bruto que la sola manipulación del fuego les causaba…
 
 
El fuego ahora era escupido de las entrañas de la tierra por cuenta de violentas erupciones volcánicas. Brotaba a manera de ríos incandescentes cuando el interior de la tierra se sublevaba y estallaba en pulsátiles pústulas de lava ardiente, hecha de rocas fundidas. El hombre se había hecho a él, lo cargaba hecho brasas encendidas en el interior de cuernos de reses o de córvidos, posteriormente aprendió también a producirlo. En el interior de la mente humana también había fuego: ¡Era la razón, el juicio iluminador, el intelecto y la conciencia! El fuego en las manos de los hombres era el poderío de la técnica que les permitió desde entonces orillar y sojuzgar a los animales. Y en la mente de los mismos se transformó en idea, en intuición, en conocimiento puro, razonado y meditado… Devino en capacidad de pensamiento y de ideación.  ¡Todo esto era inconcebible e inadmisible! Dijo en su furibundo interior el señor del Olimpo.
 
-¡El fuego que todo lo consume y el fuego que libera y deviene en conciencia solamente lo podían poseer los dioses!  Pero el daño está hecho, el hombre es ahora amo del fuego y ya no lo puedo evitar. -Dijo tristemente el señor de los inmortales-.  Pero un terrible y ejemplar castigo tendrá Prometeo por haber desobedecido mis órdenes y además por haber robado el fuego de los inmortales. Y otro tanto tendrán los hombres por haberlo aceptado de aquellas dolosas manos. ¡La ira del señor del Olimpo no conocerá límites! 
 
Veloz como el rayo, retornó Zeus al salón del trono en el Olimpo, chasqueó sus dedos y ante su sagrada presencia aparecieron sus atentas servidoras las horas. A quienes les dio instrucciones de atrapar y traer encadenado a su presencia al doloso y falaz Prometeo. Con la rapidez del pensamiento compareció ante la majestuosa y terrible presencia del señor de los dioses el dios ladrón.

 
-¡Padre Zeus, ten piedad, ten piedad de mí. ¡Yo no quise…!

-¡A callar, hijo fatídico de la soberbia y la rebeldía. ¿Osas contradecir mis órdenes? ¡Pues caro pagarás por ello… ¡Guardianes del Olimpo! Conduzcan al dios Prometeo a la altura más empinada del monte Cáucaso. ¡Átenlo de pies y manos con gruesas cadenas de dorado bronces fundidas en los talleres de Hefestos, el herrero de los dioses!
 
Serás atado desnudo en la cima del Cáucaso por toda la eternidad y ordenaré a los cuatro vientos cardinales: Bóreas (viento norte), Céfiro, (viento oeste), Noto (viento sur) y Euro (viento este) que te azoten y congelen por tus cuatro costados. No es suficiente castigo aún. Vendrá cada día un águila a roerte el hígado, el cual por la noche te volverá a crecer. ¡Ese será tu castigo por tu soberbia y tu desobediencia!
 
-¡No padre Zeus! Ten piedad…

 
Esta última súplica no la alcanzó a escuchar Zeus quien se sumió ahora en una profunda cavilación para meditar la forma como iba a castigar la soberbia humana por haber aceptado de manos de Prometeo aquel elemento dolosamente hurtado. Al cabo de las horas hizo traer hasta su presencia a Hefestos, el herrero de los dioses y señor del fuego, quien tenía su taller de fundición en el corazón del volcán Etna, en Italia...
 
-Dime tu voluntad padre Zeus…

-Hefestos, seguirás el modelo de las diosas y fabricarás a la mujer. La harás hermosa y emplearás en ello tus mejores artes como dios. ¡Esa es mi voluntad

 
Hefestos tornó a su taller y elaboró de tamaño natural una estatua con figura femenina. La presentó luego ante Zeus y demás dioses del Olimpo. Zeus en persona sopló la frente de la estatua que de inmediato cobró vida ante la vista emocionada de todos los presentes quienes la recibieron con aplausos y gritos de alegría.  Siguiendo el impulso secreto de la fibra de los inmortales, cada uno de los dioses presentes le dio a la mujer un don, así: Afrodita le dio el don de la belleza, la delicadeza y la femineidad. Hera le dio el don de la fecundidad que la convertiría en madre de pueblos y naciones enteras. Palas Atenea le dio el don de la industria, las habilidades manuales y la luz de la inteligencia. Llegado el turno de Zeus se verificó la siguiente escena…

 
-¡Padre Zeus! ¿Y cuál es tu regalo hacia mí, que soy la primera mujer?

-Solo tengo para obsequiarte este primoroso estuche de oro puro que fue forjado por las diligentes manos del dios Hefestos en su taller de fundición siguiendo mis órdenes. Los hombres te conocerán con el nombre de Pandora, que significa “la que tiene todos los dones”. Mi hijo el dios Hermes, señor del comercio y mensajero de los dioses te llevará hasta la llanura de los hombres. Te casarás con mi hijo el dios Epimeteo. Vivirás con él en la tierra. El mundo de abajo es puro y el trabajo se hace solo, no hay dolores ni sufrimientos que lo aquejen de forma alguna. Tu misión será multiplicarte sobre la faz de la tierra y los pueblos y naciones te llamarán madre. Pero en cuanto a esta hermosa cajita de oro, te doy la orden de que jamás la abras. Es un bello regalo con el que adornarás tu hogar con Epimeteo. ¡Esa es mi voluntad  Pandora! 

 
-¡Será cumplida en cuanto a mi refiere, padre Zeus!

 
Acto seguido Hermes el dios de los pies alados condujo rápido como el viento a Pandora hacia su nuevo hogar, la tierra, al lado del dios Epimeteo. Cada día Epimeteo salía desde muy temprano a seguir cumpliendo la misión del Olimpo… llenar la tierra con maravillosa criaturas que surcaran el aire, el suelo y los mares y ríos. Por la noche tornaba a su hogar para descansar en los dulces brazos de su maravillosa esposa, Pandora. En cuanto a esta última se la pasaba todo el día tan pronto se marchaba Epimeteo, observando y observando cada resquicio de aquella singular cajita de oro puro resplandeciente. La olía, la palpaba la hacía sonar y trataba de escuchar algo dentro de ella, pero nada. ¿Qué podía contener aquella misteriosa cajita? Se preguntaba una y otra vez. Un día tomó una decisión temeraria… Haría girar el pequeño pestillo que la cerraba, la abriría rápidamente para echar una mirada a su interior y la volvería a cerrar para dejarla como estaba! ¡Sí señor, esa sería la solución a su terrible curiosidad!  Pandora hizo girar el pequeño broche y abrió la caja con movimiento rápido, pero una vez que el estuche estuvo abierto, el día se oscureció como la más negra y espesa de las noches, de la caja salieron como en feroz estampida desencadenada rayos y centellas a la manera de la más terrible tormenta eléctrica. Pandora se asustó muchísimo ante todo aquello que había producido la apertura de la caja y se escondió debajo de la mesa. Pero una vez allí recapacitó y se dijo…

 
-¡La caja! La he dejado abierta… ¡Debo cerrarla cuanto antes!

 
Saliendo de su escondite empezó a buscar a tientas encima de la mesa hasta que dio con la caja abierta y rápidamente la cerró. Pero nada sucedió en apariencia. Las espesas tinieblas aún siguieron por largo rato en la casa de Pandora y Epimeteo. Luego empezaron a esparcirse lentamente y a salir por puertas y ventanas. Aquel negro humo maloliente se elevó hasta las nubes y empezó a esparcirse lentamente en diferentes direcciones. Por donde pasaba la humareda se escuchaban gritos y lamentos. De repente Pandora empezó a sentirse inusualmente cansada. Luego se dedicó a hacer sus labores cotidianas pero las cosas ya no eran lo mismo que antes. Zurciendo unas túnicas de su marido Epimeteo se pinchó un dedo y por primera vez supo qué eran la sangre y el dolor…

 
- ¡Ya no soy la misma! -se dijo- ¿Qué hizo Zeus con nosotros?

 
Por la noche llegó Epimeteo y ella le refirió todo lo que había sucedido con la caja de Zeus. Su marido montó en cólera y la reprendió con duras y fuertes palabras que antes nunca había pronunciado. Ella le respondió de igual manera. Luego cayeron en cuenta del profundo cambio que se había operado en cada uno de ellos desde entonces. Zeus había metido en aquella caja todos los males de la humanidad: el dolor, la muerte, las penas, las catástrofes naturales, los sufrimientos, las guerras, las pestes, la ira, el cansancio, las agresiones, las enfermedades, el odio y el sufrimiento en todas sus formas y manifestaciones. Males del cuerpo, del alma, de la tierra y de los pueblos. Los demonios más perversos fueron liberados por la acción inconsciente de la curiosa Pandora. Pandora y Epimeteo fueron ante la cajita y la volvieron a abrir y de ella salió un maravilloso pajarito azul iridiscente, que saltó con dulces y melodiosos trinos hacia el marco de la ventana y luego se marchó volando por los aires. ¡Ese pajarito era la esperanza! ¿Cómo así? Sí señor. La ejecutora de la voluntad del inmortal Zeus, la diosa Palas Atenea fue la encargada de meter en aquella fatídica caja todos los males de la humanidad en fatídico comprimido. Pero sin que Zeus lo notara y apiadada de la terrible suerte de los hombres, Atenea metió en la cajita un único bien: ¡La esperanza! Porque en medio de todos los males y atrocidades que el ser humano sufre desde entonces sobre la faz de la tierra, solo nos queda algo bueno por obra de la misericordia de la hija de Zeus…¡La esperanza!

 
Aquel pajarito azul iridiscente sobrevoló por campos, aldeas y ciudades humanas. Avistó madres sollozando al pie de los cadáveres de sus hijos que habían sido despedazados por obra de la maldad, la sed de venganza y la codicia de sus congéneres, los hombres.  Les susurró al oído tiernos trinos de maravilloso acento melódico que devolvieron a las sufrientes almas el ánimo y las ganas de seguir viviendo. La esperanza vino a posarse suavemente en las almas de los humanos más golpeados y abatidos por el mal, el dolor y las congojas. El pajarillo azul celeste extendió sus invisibles alas hacia las trincheras de las guerras que el odio humano desde entonces incubó. Tánatos, el ángel de la muerte se enseñoreaba triunfante entre los seres humanos, feliz de haber sido liberado por Pandora. Pero por donde Tánatos pasaba, el pajarillo de la esperanza llegaba para aliviar un poco la fatal estela de dolor, muerte y sufrimiento que la negra muerte dejaba por doquiera. La esperanza resultó ser un bálsamo más dulce que el delicioso néctar de ambrosía.
 
 
La esperanza es el espíritu humano proyectado hacia el infinito. Es la autoafirmación en medio de la negación, el resurgir en medio del perecer. El principio de esperanza -del que hablaba el pensador alemán Erich Fromm-, nos lleva a creer una vez más en nosotros mismos y a asumir los padecimientos con entereza y gallardía, aun cuando el sufrimiento y la adversidad nos quieran sepultar en el polvo pardo del camino.  El principio de esperanza nos permite trascender y afirmar la existencia de un ser supremo que nos permite exceder los límites meramente convencionales de nuestra pequeña y frágil existencia humana, aunque es preciso aclarar que también los ateos tienen y conciben esperanzas, referidas con plenitud de alcances hacia sí mismos. La voz de la esperanza nos dice: ¡No estás muerto! ¡No estás vencido ni derrotado aún! Deberás continuar luchando, dando la batalla por el cumplimiento de tus grandes sueños, metas e ideales en la vida. ¡Nunca jamás deberás darte por vencido! Las alas azuladas de la esperanza vibran trémulas entre nuestros grandes sueños aún no cumplidos pero susceptibles de ser alcanzados,  por lo cual aún nos siguen señalando la ruta a seguir y prosiguen irradiando sentido a la manera del más poderoso de los faros. No tener ni abrigar esperanzas es negarse a sí mismo, no creer en los propios alcances y posibilidades y cercenar nuestras propias alas desde su raíz, para evitar salir tras el pajarillo de la esperanza, en busca de las encumbradas cimas de nuestra realización personal y social. José Ingenieros, el filósofo argentino afirma en El Hombre Mediocre que una parte importante de la mediocridad consiste en no abrigar ni tener sueños en la vida, en últimas, no acariciar una esperanza de salir adelante y de hacernos mejores personas, mejores seres humanos e incrementar nuestro nivel de vida.
La diosa de las artes, la guerra, la ciencia y el conocimiento, Palas Atenea, nos dio como especial regalo de los inmortales en medio de los padecimientos de este mundo, el pajarillo azul iridiscente de la esperanza.  ¡No lo dejemos escapar! Hagamos que viva para siempre en nuestra mente, en nuestras proyecciones y que anide en nuestros más secretos anhelos, porque eso precisamente es lo que lo nos hace ser y existir de una manera más plena y realizada. Eso es lo que insufla de sentido y motivaciones nuestra existencia toda.

 
Nabonazar Cogollo Ayala
 
El Yopal (Casanare), 2012
 
nacoayala@hotmail.com