domingo, 27 de enero de 2013

LADY GODIVA HEROÍNA DEL PUEBLO INGLÉS (Cuento histórico)


Corría el año 1040 de Nuestro Señor y en el viejo reino anglosajón de Mercia [1], gobernaba con mano de hierro y espíritu redomadamente despiadado, Leofric, conde del lugar, quien tenía por esposa a Lady Godiva, mujer de gran belleza descendiente de nobles anglosajones, quien  profesaba con devoción la fe cristiana.  Lady Godiva solía interceder ante Leofric a favor del pueblo de las pequeñas ciudades del poderoso reino, a quienes el malvado conde sobrecargaba con pesados impuestos para satisfacer sus numerosas guerras contra los vecinos, lo mismo que sus abundantes fiestas y vida disipada. Godiva imploraba ante los pies de aquel demonio  por las pobres viudas y los huérfanos, producto de aquellas brutales guerras, pero en más de una ocasión los ruegos fueron inútiles. En alguna oportunidad el asunto fue a mayores…

La condesa Lady Godiva y su esposo, el conde Leofric...


-          Leofric, Leofric… descendiente de anglosajones de noble y gran corazón. ¡Te lo suplico mi buen y gran señor! ¿De dónde habrán de sacar oro, lino, harina de trigo y piedras preciosas esos pobres aldeanos, que a duras penas tienen algo para comer y ello gracias a la caridad que yo les prodigo?

-          ¡De eso se trata, mujer inútil! ¡Tú tienes mal acostumbrados a esos ratones de aldea, buenos para nada! ¡Has vaciado el poco trigo de los graneros de Palacio y has quitado el pan de la boca de mis soldados!

-          Pero mi gran Señor… ¿Es que acaso son más valiosos los agentes de la guerra, del mal y la destrucción que esos desgraciados aldeanos que sólo piensan en trabajar, en honrar a Dios y en hacer el bien?

-          ¡Cállate mujer imbécil! ¡Poco me importan tus estúpidas razones evangélicas! ¡Mi Evangelio es la guerra! En poco tiempo Nuneaton y Bedworth caerán en mi poder. Mis tierras se acrecentarán, ja ja ja. Y de mi empuje no se salvará ni el mismísimo Reino de Gales, más allá del río Humber. Ja ja ja ¡Celtas estúpidos!

-          Te lo pido mi Señor, te lo pido… no los graves con más impuestos. ¡Se morirán de hambre!

-          ¡Silencio! Ya suficiente he tenido con el oro que has gastado fundado conventos en Coventry [2] y en la aldea de Stow. Pero… un momento… ¿Amas a Jesucristo, verdad?

-          Pues sí, pero… ¿En qué estás pensando?

-          En nada más que en probar tu supuesta fe y tu amor al pueblo, ja ja ja.

-          ¿Qué te propones Leofric?

-          ¡Te propongo un trato Godiva! ¡Un jugoso trato, para que mires cuán generoso es el Señor Monarca de estos lugares!

-          ¿Cuál es ese trato, agente de los infiernos?

-          ¡No me insultes!.. Mira, es muy sencillo. Te juro que no gravaré al pueblo de Mercia con nuevos impuestos para la guerra, si tú accedes a un pequeño sacrificio público en su favor. ¿Accederías?
 
 
-¿Cuál es ese pequeño sacrificio del que hablas, Leofric?
Si de verdad amas tan entrañablemente a tu pueblo como aseguras y te dueles por lo que pueda sucederle, así sea que se mueran como malditas ratas apestadas sin nada de comer… ¡Cabalgarás totalmente desnuda por las calles de Coventry a plena luz del día, en medio del frío invernal!
 
¡Con ello verás cuán ruines son esos detestables aldeanos, que se solazarán en ti, dejando ver su apestable lujuria, nada cristiana por cierto! Ja ja ja ¡Qué divertido será si tú accedieras, ver cuán equivocada estás al defenderlos! Ja ja ja.
 
-Pero… ¿Cómo se te puede ocurrir semejante atrocidad? ¡Oh cuánta razón tenía mi padre el rey de los sajones, al llamarte “el más depravado vástago de Inglaterra”! ¡Que el infierno dé cuenta de ti! -Allá he de ir si es necesario, querida. Mi próximo objetivo militar es Wessex… ¡Seré su rey! Ja ja ja. Entonces… ¿Qué dices Godiva? ¿Cierto que no te atreves?
 
Levantándose del suelo en actitud altiva como corresponde a una dama noble, descendiente de las más rancias familias anglosajonas, Godiva recogió su hermoso cabello pelirrojo y desafiante le espetó…
- ¡Pues sí acepto, rey de la ignominia! ¡Cabalgaré por Coventry en medio de la niebla invernal sin más vestimenta que mi roja cabellera sobre mi cuerpo! ¡Dios recibirá este sacrificio en prueba de lo mucho que amo a mi pueblo!
-¡Ah vaya! La reinita aceptó el desafío. ¡Pues bien mujer, tú lo has querido! Tendré oportunidad de reírme de tu estúpido sacrificio desde mi balcón de Palacio con todos mis ministros y señores de la Corte.
- ¡Haz lo que te plazca, el pueblo lo agradecerá!
 Al día siguiente bien temprano corrió la noticia por todo Coventry, gracias a los sirvientes de Palacio que informaron sobre el inaudito sacrificio que la condesa estaba dispuesta a realizar aquel día en prueba del amor a su pueblo. En una plaza de la pequeña ciudad el párroco dirigía estas palabras a la multitud.
-¡Ciudadanos de Coventry! Nuestra reina, la amada condesa Lady Godiva cabalgará desnuda por las calles coventrinas a cambio de que el Tirano nos libere de una nueva carga de impuestos. ¡Nadie habrá de mirarla, nadie! Y que caiga la ira de Dios y la maldición de los infiernos sobre aquel que ose mancillar con sus ojos el divino cuerpo de nuestra amada benefactora!
 
-¡Sí, sí, sí! ¡Así será! Nadie habrá de ver a Lady Godiva…
 
El sol matutino se puso sobre el cenit en el punto exacto del medio día. Esa era la hora convenida entre Godiva y su pueblo para iniciar el sacrificio. Absolutamente todos los aldeanos se encerraron en sus casas a orar por el bienestar de Mercia y de su Reina. Mientras tanto cubierta únicamente con el manto rojizo de su cabello, Godiva inició el recorrido por las desérticas calles de la ciudad.


El sol pálido se filtraba  por entre los fríos jirones de la niebla del invierno. Una tras otra fueron recorridas las estrechas callejuelas de casas, apiñadas y cubiertas de losas de piedra, sin que una sola alma se atreviese a injuriar con su mirada a la buena soberana. Cuando quedaba la última, Godiva sintió un extraño cosquilleo en su cuerpo desnudo… un infame sastre, Peeping Tom, haciendo caso omiso de las instrucciones convenidas por los ciudadanos, se atrevió a espiar a la Reina por el ojo de la cerradura de su casa en el preciso instante en que aquella cabalgaba por la callejuela.




 
Pero Dios irritado por la grave falta del atrevido fulminó maldición sobre él y en el acto lo dejó ciego para siempre. Como tocado por un rayo el desgraciado sastre se revolcaba de dolor por los suelos, mientras los lugareños al oír el alboroto, una vez culminado el recorrido de la Reina, entraron en tromba en casa de Peeping Tom.  Lo hallaron llorando y suplicando perdón en el suelo en medio de las más espesas tinieblas.  Fue apresado por los enfurecidos aldeanos quienes lo encerraron en la prisión de Coventry. La noticia del incidente llegó hasta Palacio donde dio lugar a la siguiente escena…
 
- ¡Vaya sacrificio estúpido mujer! ¡Se ve que te ama de verdad tu pueblo! Pero eso no se puede afirmar a cabalidad. Un tal Peeping Tom espió tu desnudez, ja ja ja.
- Mi pueblo ama a su Reina como el que más, mi cruel señor. En cuanto a Peeping Tom, el Rey de los reyes dio cuenta de él en castigo por su grave falta. En cuanto a mí ya lo he perdonado por cuanto no olvido que entre el trigo y la cebada se cuela a veces la cizaña, como reza el Evangelio. Pues bien… he cumplido con mi parte del trato Leofric. Falta que ahora tú cumplas con la parte que te corresponde… ¿Liberarás a mi pueblo de nuevos impuestos conforme  tu palabra?
- ¡Pocas veces cumplo mi palabra, por cuanto un Rey guerrero no acostumbra tenerla! Pero en vista de los que has hecho y del apoyo que has tenido, haré una excepción.
 Y esto diciendo salió Leofric al balcón de Palacio y a voz en cuello dictó el siguiente decreto:
 
¡Ciudadanos de Coventry y de todo el Condado de Mercia! Cúmplase la siguiente orden real: a partir del día de hoy no gravaré con nuevos impuestos al pueblo de Coventry, a los aldeanos de Stow, a los habitantes de Northumbria ni en definitiva a ningún habitante de estas tierras. Ello en gracia del sacrificio que en vuestro favor ha realizado vuestra soberana, lady Godiva, ornamento y gracia de la nobleza anglosajona. Las guerras de expansión proseguirán pero se financiarán con los dineros del Tesoro Real. ¡Tesorero, tomad nota de cuanto he dicho y que así sea!  
 
Sobre las últimas palabras en la boca de Leofric, se escuchó un atronador grito de alegría de los aldeanos coventrinos quienes como una sola voz decían…
 
¡Que viva Lady Godiva! ¡Que viva nuestra soberana! ¡Gracias Dios del cielo por habérnosla dado! ¡Que viva la Reina!
Lady Godiva moriría en 1080 a edad no muy avanzada debido a una afección sobre su delicada salud. El pueblo de todo Mercia la lloró amargamente y la convirtió en una heroína, símbolo de la resistencia sobre la injusticia y la tiranía. Su figura ha traspasado los pueblos y los siglos por la gallardía y el valor de sus acciones a favor de los más necesitados. Y aún en las sencillas aldeas inglesas se escucha un bello cantar romancero en su honor que empieza así:

Una reina tan bella cual santa

En defensa del pueblo elevó…

Su protesta ante el mal que la espanta

Y a las calles desnuda salió.

 

La siguió en su triunfal recorrido

Por Coventry un arcángel de Dios

Que dejara a aquel sastre atrevido

Sin poder contemplar más el sol.

 

Esa Reina fue Lady Godiva

La que el pueblo por siempre adoró!

Monumento a Lady Godiva
 
Nabonazar Cogollo Ayala
Madrid (Cundinamarca)
Agosto 7 de 2003


Reflexión: Esta emotiva historia es profundamente aleccionadora y posee una vigencia innegable, aún casi mil años después de haber ocurrido tan extraño como bello episodio. Lo que nos demuestra la leyenda de Lady Godiva es que la injusticia siempre ha existido y contra ella se han levantado almas valerosas que pusieron el beneficio de los demás por encima de sí mismos, hasta el límite del sacrificio, inspirándose en el mensaje de bondad universal y amor al prójimo profesado en el Evangelio. La fe de Godiva era muy grande, inmensa, ella creía ciegamente en Dios y en su pueblo e impulsada por ese amor sobrenatural al Uno y al otro, decidió  un día salir desnuda a las calles de la pequeña ciudad de Coventry, con tal de mermar un poco el hambre y el sufrimiento de los más necesitados. Su pueblo se estremeció al ver la resuelta determinación de la buena soberana y decidió encerrarse en sus modestas viviendas para salvaguardar la honra y dignidad de la Reina que así se sacrificaba por todos.   En inglés antiguo el verbo to peep significaba espiar, observar, atisbar… Peeping Tom[1] –el infame sastre de la historia- espió la desnudez de la bella soberana, lo que desató la ira de Dios y de los aldeanos, que arremetieron furiosos contra él, para terminar sus días, ciego en la cárcel de la torre del Palacio.  Sobre la faz del planeta tierra siempre ha existido el mal, el cual asume diferentes y aterradoras máscaras, desde la tiranía y el abuso en el gobierno, hasta la muerte, el asesinato, la depravación moral y la deshonra. Pero así mismo han existido -y existirán- personas valerosas, auténticos héroes o heroínas que en nombre de los más elevados y puros ideales, le hacen frente; para recordarle a la humanidad que el mal no siempre vence y que así como se nutre del odio, la ira, el resentimiento y el deseo de venganza. En contraprestación surge el bien que asume la forma de la determinación, la valentía y el coraje, por encima de todo cuanto pueda dañar a los seres humanos[2].








[1] Peeping Tom= “Tom el mirón”.


[2] COGOLLO AYALA, Nabonazar. Cuentos Morales. (Libro inédito aún en preparación).




[1] Antiguo condado del centro y sur de Inglaterra el cual poseía límites por el occidente con la frontera de Gales, por el oriente con la frontera de East Anglia y con el río Támesis al sur. La palabra Mercia deriva de la antigua voz inglesa Merce, que significa Pueblo de la frontera.
[2] Pequeña ciudad  en la región centro inglesa de West Midlands. En el año 1043 Lady Godiva y su esposo Leofric habían fundado un convento benedictino en ella. 

2 comentarios:

  1. Es una estrategia provechosa para la enseñanza de la historia, una labor docente con muchas dificultades. El texto mantiene atrapado al lector hasta el final.

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    1. Celebro mucho que le haya gustado, maestro William. Un abrazo y que Dios lo bendiga.

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