miércoles, 30 de abril de 2014

PLATÓN Y LA SOFOCRACIA Por: Nabonazar Cogollo Ayala

PLATÓN Y LA SOFOCRACIA
Por: Nabonazar Cogollo Ayala

¿Sabes (Platón) que todavía queda para ti
De la cicuta de Sócrates? A que respondió:
Cuando por la patria seguí la milicia
Me expuse a los peligros. Ahora sufriré cuanto convenga
Por un amigo.

DIÓGENES LAERCIO – PLATÓN

Introducción metodológica

Pese a contar con una respetable literatura que presumiblemente nos vendría de la antigüedad, en torno a la vida y obra del filósofo del cual nos ocuparemos, aún existen varias lagunas en torno al origen, alcance y naturaleza de su compleja obra, que no siempre han sido fáciles de medianamente elucidar a la luz de sus polémicas cartas y aproximadamente 29 diálogos[1], tenidos por auténticos, veamos: ¿Qué tanto escribió Platón? ¿Qué obras se deben a su pluma y cuáles pudieron haber sido escritas por sus discípulos? ¿Era originario de Atenas o de Egina? ¿Cómo fue realmente su aventura política en la corte de los Dionisios de Siracusa, padre e hijo? ¿Alguna vez se dio en la práctica el gobierno ciudadano de un académico?, ¿Cómo se podía gobernar un Estado teniendo como presupuesto la Teoría de las Ideas?, entre los cuestionamientos metodológicos más acuciosos. Afirma el más importante de sus doxógrafos, Diógenes Laercio, que Platón fue autor de 50 diálogos, los cuales agrupa en trilogías y tetralogías, como ya tendremos oportunidad de constatarlo. En el presente ensayo no pretendemos abordar todos estos interrogantes, sino solamente plantear, abordar y comentar la dirección e intencionalidad de algunos de ellos, en aras de comprensión y estudio. Nuestro hilo conductor será el concepto de Estado (Polis) en el Corpus Platonicum y seguirle el rastro, – hasta donde ello nos sea documentalmente posible-, a la aventura del aristónida en la corte de ambos Dionisios, reyes sucesivos de Siracusa (el viejo y el joven), respectivamente y la influencia que ello pudo haber tenido en sus diálogos de madurez y de vejez. Nos interesa fundamentalmente la propuesta platónica de la sofocracia y su respaldo en la praxis, hasta donde Platón pudo verlo realizado, en su azarosa experiencia política. Para ello no echaremos mano de comentaristas ni de historiadores de las ideas, con las solas excepciones de los más reconocidos, a saber el filólogo clásico alemán Werner Jaeger, el filósofo español José Ferrater Mora y los helenistas ingleses Francis M. Cornford y David Ross, respectivamente. Para efectos de cronología seguiremos la propuesta por el filólogo clásico Jesús Alberto Suárez Pineda, de la U. Nacional en su famosa biografía de Platón, cotejada con la propuesta y sustentada por el filólogo clásico español Emilio Lledó Íñigo, en la Introducción General de los diálogos en la monumental edición de Editorial Gredos. En términos generales nos atendremos con exclusividad a las fuentes documentales presumiblemente auténticas, traducidas directamente del griego, las cuales se citarán con rigor metodológico; a no ser que se indique expresamente lo contrario.

1.    GENERALIDADES EN TORNO A LA VIDA Y OBRA DE PLATÓN
Afirma el doxógrafo Diógenes Laercio (Siglo III d. de C.) en su obra capital en diez libros, Vidas, opiniones y sentencias de los filósofos más ilustres, en torno a la figura histórico-legendaria de Platón, lo siguiente:
Platón, hijo de Aristón y Pericciona o Potona, fue ateniense. Dicha su madre descendía de Solón, pues Dropidas, hermano de este, tuvo un hijo, Cricias y de Cricias[2] nació Calescros. De Calescros nació Cricias, uno de los treinta tiranos y padre de Glauco. Hijos de este fueron Cármides y Pericciona, y de esta y Aristón nació Platón. (…)
Nació, pues Platón, como dice Apolodoro en sus Crónicas, en la 88° olimpíada, día 7 de Targelión[3], en cuyo día dicen los Delios que nació también Apolo. Murió, según Hermipo, en el año primero de la 108° olimpíada, comiendo en un convite nupcial el año ochenta y uno de edad. Neantes afirma que murió de ochenta y cuatro años. Así es que (es) seis años posterior a Isócrates, pues este nació siendo arconte Lisímaco  y Platón, siéndolo Aminias, en cuyo tiempo murió Pericles[4].
Diógenes Laercio ubica el nacimiento de Platón en El Ática y lo dice descendiente legendario del rey Codro de Atenas, razón por la cual bien pudo haber pertenecido a la tribu de los Códridas. Aunque líneas más adelante, afirma que es posible que hubiera nacido en Egina[5], lo que ha introducido la ambivalencia sobre el probable origen natal del filósofo. Aunque –si aceptamos como auténtica la Carta VII-, tenemos el testimonio del propio Platón donde afirma ser ateniense[6]. Su verdadero nombre era Arístocles (que en lengua griega significa: El bien nacido entre el pueblo). Y su nombre completo debió ser Arístocles, hijo de Aristón, del demo del Cerámico, de la tribu de los Códridas. Es así que Platón bien pudo haber nacido entre los años 428/427 y su deceso pudo haberse dado en el 347 a. de C[7].
Valga anotar que el doxógrafo Diógenes Laercio no fue contemporáneo de Platón, toda vez que la fecha de composición de la precitada obra se ha fijado por parte de los especialistas, entre los años 225 y 250 después de Cristo, durante el reinado de Augusto en Roma[8]. Sería ciertamente un autor antiguo, pero distante de Platón unos 572 años aproximadamente, lo cual no es para nada deleznable. Aristóteles de Estagira, discípulo directo que fuera de Platón y contemporáneo de él en la Academia, afirma en el libro I de La Metafísica, que Platón desde joven se familiarizó con el filósofo Cratilo, quien era de línea heraclítea[9]. En el diálogo Fedón o de la inmortalidad del alma, reputado por la crítica especializada como perteneciente al Corpus Platonicum[10], el propio Platón se menciona a sí mismo, entre los ausentes el día que a Sócrates se le dio la cicuta para su ingestión, con la escueta afirmación, atribuida al narrador Equécrates: …Platón estaba enfermo, creo[11]. Y previamente Platón se había mencionado dos veces en la Apología, para resaltar que había estado presente durante el juicio de su maestro y amigo, a saber en: 34ª y en 38b[12]. Contrasta poderosamente con la Apología del historiador Jenofonte, en donde Platón se halla por entero ausente entre los presentes aquel día. La acmé, floruit o florecimiento de Platón debió darse entre sus 40 y 42 años, aproximadamente, como era costumbre en la época. Esto es, hacia los años 389 – 388, coincidiendo con su primer viaje a Sicilia y luego a Siracusa[13].

2.    PLATÓN Y EL CONCEPTO DE JUSTICIA EN LA REPÚBLICA

Platón vivió la época de la decadencia de la democracia ateniense. La otrora orgullosa reina del mar Egeo, que lo fuera durante el arcontado de Pericles, no era más que un pálido reflejo de otras eras doradas, sepultadas en la bruma de la añoranza generalizada.

2.1. El siglo de oro de Pericles (444 – 404). Hagamos una breve retrospectiva: Solón había introducido la democracia[14] en Atenas, con lo que luego de una hábil maniobra, habría conseguido hacer a un lado de la escena política ática, a los pisistrátidas y su partido, el aristocrático[15]. En el año 454 Pericles había sido elegido estratego[16], con lo que se consolidó fuertemente la democracia, en detrimento de las viejas casas aristocráticas atenienses cuyo poder se minimiza y casi anula. Atenas capitaneaba la poderosa Liga Delia o Liga de Delos[17], que agrupaba aproximadamente 8 polis griegas[18], en principio, en contra de la aparentemente exigua Liga del Peloponeso conformada por Esparta; Megara, Beocia y Fócida, tradicionales enemigas de Atenas[19]. En el 431 estalló la guerra entre ambos bloques de ciudades, dando inicio de esta forma a una serie de guerras intermitentes, que han sido denominadas en la historia Guerras del Peloponeso, a partir de la obra de Tucídides. Todas ellas fueron desastrosas para Atenas y significaron a la larga, la derrota más humillante y definitiva, por cuenta de Lisandro, el general espartano. El arcontado de Pericles llegó a ser identificado, durante y después, con la Época de Oro de la ciudad, que luego de su caída no volvió a ser lograda jamás. Florecieron las artes, el teatro, la filosofía, la sofística y la retórica. Las artes plásticas vieron un desarrollo nunca antes imaginado y surgieron y se desarrollaron, igualmente, la historia, la poesía, la tragedia y comedia, entre otras. Pericles hizo construir el Partenón, imponente templo de mármol blanco en honor de Atenea Partenós[20], la diosa patrona de la ciudad. El puerto del Pireo se adornó con la imponente estatua de Palas Atenea, que daba la bienvenida a todos los forasteros a la ciudad escuela de la Hélade. Pericles rigió los destinos del Ática del 478 al 432 aprox.[21] Es decir, cerca de 30 años. Surgieron grandes genios áticos del arte y la ciencia, como por ejemplo: Aristófanes (445 – 380 aprox.), celebrado comediógrafo y autor, entre otras, de la comedia Las nubes, que tuvo mucho que ver en el juicio y posterior condena de Sócrates; Menandro (434-290 aprox.) autor de comedias como El misántropo, El arbitraje, La trasquilada, entre otras (solo se conservan fragmentos). En historia descuella Heródoto del Halicarnaso (480 – 425 aprox.) considerado, con justicia, el primer historiador de la humanidad, autor de una única obra Historias.  El también historiador Tucídides (460-375 aprox.), autor de la obra monumental Historia de la guerra del Peloponeso, invaluable testimonio de los enfrentamientos bélicos entre Atenas y Esparta, con sus respectivos aliados, entre otros muchos autores y artistas.
2.2. Platón y la actividad política. Platón por su parte, no habría vivido esos dorados años del llamado divino Pericles, pero su maestro predilecto, Sócrates, sí los habría vivido de joven, junto a su amado como díscolo discípulo, Alcibíades (450  - 404 a. de C. aprox.) quien llegaría a ser general, para desgracia de Sócrates. Es probable que de labios de Sócrates lo mismo que de sus tíos Critias y Cármides, le hubieran contado que la orgullosa flota délico - ateniense de trirremes surcaba el mar Egeo, para recelo y envidia de Esparta y Corinto, potencias, militar y económica en la Hélade, respectivamente.  Esta nostalgia del esplendor ateniense perdido, que tuvo una especial significación para el caso de su maestro, Sócrates, fue fundamental en el joven Platón, quien desde su juventud se sintió particularmente inclinado hacia la actividad política, por cuestiones de familia. Al respecto puntualiza en la Carta VII, dirigida al joven Dión, siracusano emparentado con la casa real reinante. Dice Platón en la Carta VII…

En efecto, cuando yo llegué por primera vez a Siracusa, tenía cerca de cuarenta años[22]
Esta afirmación es especialmente valiosa, para datar la vida y florecimiento de Platón. Era por entonces tirano gobernante en Siracusa Dionisio el mayor, también llamado Dionisio el viejo, corría aproximadamente el año 388 o el 387 a. de C. como ya antes anotábamos. Prosigue Platón en su Carta VII…

Antaño, cuando yo era joven, sentí lo mismo que les pasa a muchos otros. Tenía la idea de dedicarme a la política tan pronto como fuera dueño de mis actos, y las circunstancias en que se me presentaba la situación de mi país era las siguientes: al ser acosado por muchos lados el régimen político entonces existente, se produjo una revolución; al frente de este cambio político se establecieron como jefes cincuenta y un hombres: once en la ciudad y diez en el Pireo (unos y otros encargados de la administración pública en el ágora y en los asuntos municipales), mientras que treinta se constituyeron con plenos poderes como autoridad suprema. Ocurría que algunos de ellos eran parientes y conocidos míos y, en consecuencia, me invitaron al punto a colaborar en trabajos que, según ellos, me interesaban…[23].

Platón habría escrito este documento en fecha tentativa fijada hacia el año 353[24], sobre el presupuesto que se trata de una obra auténtica, respecto de lo cual existen aún hoy en día agudas controversias[25]. En virtud de su afinidad con las grandes familias patricias de políticos en el Ática, Platón estaba llamado a la actividad pública en su polis. A juzgar por sus planteamientos políticos en La república y posteriormente en Las leyes y en El Político, podemos conjeturar que no era afín al partido democrático ateniense, sino al partido aristocrático, al cual estaba unido por los lazos de la sangre. Analizaremos con algún nivel de detalle, sus propuestas políticas en algunos libros de La república, que consideramos fundamentales para el objetivo central del presente ensayo.

2.2.1. La República: contraposición entre Nomos (ley) y physis (naturaleza). El título original de La república[26], en lengua griega, es Politeía[27], es la obra fundamental en la que Platón desarrolla por extenso, tanto su idea de sofocracia (el filósofo rey), como el planteamiento de la Teoría de las Ideas (quizás su aporte filosófico más original)  y los correspondientes derivados éticos y metafísicos, que constituyen el corpus del platonismo.  La República se compone de diez libros, el primero de los cuales, Trasímaco, trata a manera de introducción del problema y la polémica en torno a la justicia  (dikaiosyne)[28], según la entienden Simónides de Ceos y el sofista Polemarco, respectivamente.  En el marco de los festivales religiosos en honor de la diosa tracia Bendis (identificada ya desde la antigüedad con la misma Artemisa griega[29]), Sócrates discute con el referido sofista Polemarco en torno al verdadero sentido de una legendaria definición de lo justo, atribuida al poeta Simónides de Ceos[30], la cual dice: …es justo devolver a cada uno lo que se debe[31]. Este aserto, en el intercambio dialéctico, deviene en otras variantes téticas, las cuales comentaremos una a una:

(1) Los amigos deben obrar bien con los amigos, nunca mal. [32]
(2) Lo justo es devolver a cada uno lo que le corresponde (o se le debe). [33]
(3) Justicia es hacer bien a los amigos y mal a los enemigos. [34]
(4) Es justo perjudicar a los injustos y beneficiar a los justos. [35]

Vemos aquí cómo el intento inicial de definición ética de lo justo (atribuido con un cierto sabor irónico, al poeta Simónides[36]), que asume el concepto de justicia como una mera retribución interamigos, da pie para los siguientes momentos en el curso de la especulación filosófica: La justicia se la concibe como un hacer, una praxis; no es un algo que se agote en la pura definición abstracta (solipsismo intelectual), sino que se objetiva en el quehacer de un individuo dentro de una colectividad social, cohesionada por los lazos de la religión, la lengua, el arte, la raza y la geo determinación. En la primera variante tética (Los amigos deben obrar bien con los amigos, nunca mal) se constriñe la justicia a un mero actuar entre amigos, es decir, la dikaiosyne se haría tributaria, de alguna manera, de la philía (amistad) en la medida en que aquella quedaría condicionada a esta última. El campo de acción de esta justicia que denominaremos entre amigos (interamigos), es considerablemente reducido, por cuanto ni siquiera va más allá del ámbito netamente personal. Lo justo sería así una especie de lealtad entre personas, previo el lazo mutuo de la amistad. La segunda variante tética es más generosa en términos de cobertura, toda vez que presupone una comunidad de personas, unidas por el lazo de la sociedad (que les es previo). Es así como se concibe esta nueva variante de justicia, como un retornar a su poseedor original, un cierto bien que le corresponde y que es suyo, por derecho natural. Esta justicia la llamaremos de la retribución del bien ajeno. La tercera variante tética se halla en línea con la primera, va más allá de aquella cuando afirma que justicia es hacer bien a los amigos  y mal a los enemigos. Entraña la falacia de que lo justo promueva el mal, lo cual es ciertamente injusto. Hay aquí una especie de retroceso en el avance de la definición conceptual de justicia, porque se la vuelve a reducir a un estrecho círculo de amigos. La cuarta y última variante tética, Es justo perjudicar a los injustos y beneficiar a los justos, entraña las siguientes falacias:

(1)  Presupone que hay personas justas y otras tantas injustas. En rigor no habría definición de lo justo, sino un mero señalamiento de lo que justos e injustos hacen, a título de injusticia.
(2)  Presupone el concepto valorativo no definido de beneficio.
Platón ha desvirtuado entonces los conceptos de justicia en boga en su época, productos quizás del Estado de bienestar que habría imperado en la Atenas de Pericles y de la cual se guardaba un fuerte recuerdo popular, como una especie de pasado dorado que era imperativo reinstaurar[37]. En su lugar Platón propone un concepto de justicia acorde con su ideal de Polis o de Estado. La dikaiosyne es el objetivo y razón de ser del Estado mismo, objetivo que no es otro, que cada ciudadano se mantenga dentro de la disposición natural que le ha tocado en suerte por el determinismo introducido en la constitución antropológica de las clases sociales, por el dios. Puntualiza en el libro IV de La república:
Lo que desde un comienzo hemos establecido que debía hacerse en toda circunstancia, cuando fundamos el Estado, fue la justicia o algo de su especie. Pues establecimos, (…) que cada uno debía ocuparse de una sola cosa de cuantas conciernen al Estado, aquella para la cual la naturaleza lo hubiera dotado mejor[38].

Este concepto de justicia se entiende entonces como una especie de  iusnaturalismo o justicia cósmica, en donde lo justo deviene en no inmiscuirse en los asuntos de los demás y atenerse con exclusividad a los propios asuntos, que se entiende que son los mejores para el propio individuo. No hay que violentar, en consecuencia, el marco que la naturaleza ha trazado, dentro del cual, los distintos tipos humanos han recibido una misión determinada, para la cual habrían sido expresamente hechos o creados. Por consiguiente, justicia –en este planteamiento-,  es respetar el orden justo de cosas en el mundo, sobre el presupuesto que es bueno per se. La dikaiosyne sería previa entonces a la sociedad humana como tal, en la cual solamente se refleja, razón por la cual, dicho reflejo (u orden cósmico previo) no se debe subvertir ni desconocer, so pena de incurrir en injusticia. Ahora bien, ¿por qué dicho orden previo de cosas en el mundo, es o se diría justo? Porque el dios otorgó a cada tipo humano una función específica dentro de la sociedad, según el socorrido mito de las clases, que más adelante veremos.

2.2.2. Iusnaturalismo versus derecho positivo en Platón: Se pone entonces aquí en primer plano, en La república, una cuestión que vendría heredada del pensamiento sofista, a saber: ¿Las leyes serían hechas, exprofeso, para las comunidades que las requieren, acorde con la naturaleza de las mismas o serían hechas, acorde con las propias y objetivas necesidades de dichas comunidades? Platón sería de la primera postura: las leyes son objetivaciones elaboradas a imagen y semejanza del molde eterno de ley (Nomos), que las inspira e informa. Las leyes vendrían dadas por el ordenamiento natural, propio de, e ínsito en, la realidad social misma. ¿Cómo podría concebirse entonces, en Platón, un derecho positivo? El legislador del Estado ideal (Politeía), en rigor no es un creador de leyes sino un mero intérprete de la dikaiosyne, ínsita en la realidad social, objeto de legislación, el cual aquel debe estar en capacidad de interpretar y legislar con sabiduría. He ahí su gran misión, razón por la cual es imperativo que sea un hombre sabio en grado superlativo, un amante de la sabiduría (Philosophos). 
  
3. LA TEORÍA DE LAS IDEAS COMO PRESUPUESTO PARA UNA FORMA DE GOBIERNO
3.1. La acmé de Platón. Ya hemos establecido anteriormente que la acmé de Platón se habría dado en los mismos años de su primer viaje a Siracusa. Platón, luego de su primer descalabro en la corte siracusana, funda la Academia y empieza en firme la elaboración de los primeros planteamientos de su filosofía. Los especialistas la han llamado época de transición (388 – 385) y a este periodo corresponderían los diálogos: Gorgias, Menón, Eutidemo, Hipias Menor, Crátilo, Hipias Mayor y Menéxeno[39]. La Teoría de las Ideas o de las Formas Puras apenas empieza a ser esbozada, en sus primeras formulaciones, que posteriormente Platón reelaborará, fundamentalmente en La república y en Fedón, pertenecientes ambos al periodo de madurez (385 – 370). La criticará fuertemente en el diálogo metafísico de vejez, Parménides o de lo uno[40]. 

3.2. La Teoría de las Ideas o de las Formas Puras. Platón establece en esta teoría la división de la realidad en dos mundos diferenciables, totalmente escindidos el uno del otro, pero aun así, correlativos y coextensivos, a saber: el mundo sensible o material y el mundo inteligible, formal o eidético. Las formas puras (Eidos) son entes reales per se, es decir, que son. Las ideas se dicen unas, son predicables de las cosas (los particulares) y son eternas. En tanto que las cosas sensibles son varias, múltiples, destructibles, pasajeras y poseen realidad tributaria y/o derivada de las ideas, que les serían por tanto correlativas. Por ello mismo estas últimas se dice parcialmente verdaderas.  Las cosas son, en la medida en que participan de las ideas. Por su partes las ideas se hacen presentes en las cosas, no se agotan, desmembran ni subsumen en ellas, permanecen ellas mismas en su ipseidad. Las Ideas no se deben entender como pensamientos, porque en Platón esos significados son diferentes. Las ideas son las formas puras (eidos) que constituyen la realidad. ¿De qué hay entonces conocimiento puro, cierto y confiable? Solamente de las ideas. Ellas constituyen por ello mismo la base de la ciencia (episteme). ¿Qué tipo de conocimiento se tendría entonces acerca de los objetos del mundo sensible? Solamente meras creencias (pystis), que serían la base de la opinión. (doxa), formas minusvaloradas y poco fiables de conocimiento[41]. ¿Por qué poco fiables? Porque tienen como fundamento los objetos materiales, los cuales ora se muestran de una forma, ora se muestran de otra. La variabilidad es su esencial característica. Así las cosas los objetos del mundo real serían meras sombras o pálidos reflejos, de su correlato verdadero, uno y existente, en el Mundo de las Ideas o de las Formas Puras. ¿Quiénes serían entonces los hombres sabios? (Sophistes) Aquellos que tengan acceso al mundo eidético, formal o de las Formas Puras. Los demás se debaten en el mundo sensible, en su falsedad o en su verdad a medias.  Aquellos hombres no serían otros que los filósofos. Los restantes integrarían las gentes del común.  

Algunos estudiosos de la obra de Platón han rastreado, con minucioso rigor y detalle, los diversos sentidos contextuales que él le otorga al vocablo Idea o Forma Pura (Eidos), en los diversos diálogos en donde introduce la Teoría de las Ideas, a saber: Menón, Fedón, Parménides, La república, Laques, Eutifrón, etc. El filólogo clásico alemán Constantin Ritter, sentó doctrina sobre este particular con su famoso artículo titulado Neue Untersuchungen über Platon[42], publicado en 1889 y republicado en 1910, en el cual deja claro que al menos Platón emplea los vocablos Eidos / Idea, en seis sentidos diferenciables. Los diversos usos de dichos vocablos denotarían:

-1. La apariencia externa.
-2. La constitución o condición.
-3. “La característica que determina el concepto”.
-4. El concepto mismo.
-5. El genus o species.
-6. La realidad objetiva que subyace a nuestro concepto[43].

En este orden de ideas tendríamos lo siguiente: Las Ideas o Formas puras serían, (1) la forma externa de las cosas, (2) los elementos constitutivos de las cosas, (3) la diferencia específica de las cosas, (4) la clase a la cual las cosas pertenecen (5) y el fundamento de existencia de las cosas y de toda la realidad, en suma, es decir, lo que hace que las cosas sean. Aplicado lo anterior, in concreto, a un ejemplo específico, tendríamos lo siguiente: Lo que hace que un triángulo sea triangulo, sería su triangularidad, la forma como tal triángulo, su diferenciarse de otras figuras planas (círculo, rectángulo, pentágono, etc.), dentro de la geometría euclidiana; el constituirse en figura plana, conformada por tres segmentos de recta, que delimitan un área, la suma de cuyos ángulos internos equivale a 180°, en un espacio bidimensional y el hecho mismo de tener existencia ideal o formal, la idea o forma triángulo, que deviene en pensamiento, al ser aprehendida aquella por la mente humana, una vez la psiquis se ha elevado hasta ella, en el Mundo Formal o Eidético
David Ross, comentarista de la obra de Platón, admite que el esfuerzo de precisión conceptual de Ritter, aplicado a la Teoría de las Ideas de Platón, está lejos del realismo ingenuo de las ideas que el filósofo ateniense habría implementado en el siglo V a. de C. al formular la misma[44]. Platón no precisó con esos niveles de detalle el uso referencial de los vocablos Eidos / Idea, inmerso como estaba en el presupuesto metodológico del realismo de las ideas que anima su propuesta. En el ocaso de su vida, en su vejez, Platón hizo algo inaudito respecto de su Teoría de las Ideas: formuló fuertes y agresivas críticas contra aquella y señaló, con pasmosa rigurosidad lógico-dialéctica, varias aporías generadas por derivados de la Teoría de la Formas Puras, como son, la doctrina de la participación, la teoría de la predicación, la participación – presencia de las Ideas o Formas puras en las cosas, etc. ¿En qué diálogo hizo tal cosa? En Parménides, una de sus obras dialógicas más complejas de entender y justipreciar dentro del Corpus Platonicum[45]. Muchas de esas demoledoras críticas fueron superadas por el quehacer dialectico del interlocutor Parménides (quien lleva la voz cantante dentro del diálogo, no el joven Sócrates con quien habla). Otras quedan en firme y Aristóteles las retomará en su fuerte crítica contra la Teoría de las Ideas, en la Metafísica. Valga decir que la Teoría de las Ideas resultante de esta auto crítica es mucho más madura y sopesada, que las que se ofrecen en Menón, Fedón, Filebo y la República, respectivamente. Aun así, no resuelve todos los problemas.

3.3. La Teoría de las Ideas como presupuesto gnoseológico, metafísico y ético para gobernar un Estado. Ahora bien ¿cómo se podría gobernar un Estado, teniendo a la vista, como teoría de la realidad (presupuesto metafísico), de la ética (presupuesto moral) y del conocimiento (presupuesto gnoseológico), a la Teoría de las Ideas? Platón parece responder a esta pregunta con la alegoría de la caverna, libro VII de La república. Las leyes serían la resultante de sus correlatos eidéticos y a estos solamente podrían tener acceso los sofócratas, es decir, los filósofos; quienes estarían llamados a darlas a conocer al resto de la sociedad e inclusive, a implementarlas en términos gubernativos, aun a costa un poco de su propia felicidad y plenitud. Evoquemos ahora a esos cautivos que desde niños han estado inmovilizados, viendo fijamente el fondo rocoso y plano de una caverna, a espaldas de una empinada entrada, en cuya cima arde un fuego que corona la estrecha entrada de una alargada caverna. En el exterior arde el sol esplendoroso de la verdad, del bien supremo (agathou), la idea de las ideas, en la cual todas las demás se subsumen. Por efecto lumínico de proyección de la poca luz que se alcanza a colar en aquella gruta, se reflejan las sombras de toda la actividad exterior (personas charlando, paseando, riendo, llevando objetos en las manos, etc.). Los cautivos ven dicho reflejo y lo toman como la realidad misma, esos son los sofistas, unos pobres engañados que viven en la cotidianidad tomando por verdades en sí, lo que solo son meras copias de las formas puras. El que logra zafarse del cautiverio, remontar la escarpada entrada y ver directamente la luz del sol y todo lo iluminado por ella, es el filósofo. Contra su querer, este regresa al fondo de la caverna y le habla a sus antiguos compañeros de lo que hay más allá de la entrada. Estos se burlan y lo toman por loco. Finalmente acaban con su vida. El filósofo es el sabio por excelencia, es la persona naturalmente dotada para contemplar las formas puras, razón por la cual está llamado a regir los destinos de un Estado en el que entran las diferentes capas sociales, aunque entre todas ellas solo accedan al gobierno los filósofos. (Sofocracia). ¿Por qué las clases de no filósofos, estarían de acuerdo en formar parte de un Estado, el cual nunca podrían gobernar? Porque sus hijos sí podrían llegar a hacerlo, dado que un hombre de plata o de hierro y bronce bien puede engendrar un niño de oro. En ello radicaría su justificación de permanencia.

4. PLATÓN Y LA SOFOCRACIA
El concepto de sofocracia se entiende como el gobierno de los sabios, derivado del griego sopho= sabio/ kratos= poder, régimen o gobierno. Preludiada la sofocracia en Platón desde finales del libro III de La República, se introduce el planteamiento del gobernante rey o la fusión del político y el filósofo, en los siguientes términos…
-Entonces, si nuestros gobernantes deben ser los mejores guardianes, ¿no han de ser acaso los más aptos para guardar el Estado?
-Efectivamente.
Y en tal caso ¿no conviene que, para comenzar, sean inteligentes, eficientes y preocupados por el Estado?
-Sin duda[46].
Platón plantea entonces una especie de sociedad mítico-ideal en la que las diferentes capas sociales, tendrían naturalezas e índoles diferentes, en aras de una natural predisposición e inclinación en cada una de ellas, según lo que el dios construyó originalmente en cada capa social. Para ello echa mano de un antiguo mito al parecer de origen fenicio, el llamado Mito de las clases, veamos:
Vosotros, todos cuantos habitáis en el Estado, sois hermanos. Pero el dios que os modeló puso oro en la mezcla con que se generaron cuantos de vosotros son capaces de gobernar, por lo cual son los que más valen; plata en cambio, en la de los guardias, y hierro y bronce en la de los labradores y demás artesanos. Puesto que todos sois congéneres, la mayoría de las veces engendraréis hijos semejantes a vosotros mismos, pero puede darse el caso de que de un hombre de oro sea engendrado un hijo de plata, o de uno de plata uno de oro, y de modo análogo entre los hombres diversos[47].
En el libro III de La República había introducido Platón la siguiente clasificación de las capas sociales en el Estado ideal. El Sócrates dialógico relata un mito, en el cual se introduce el precitado argumento. (Nos permitimos presentarlo a la manera de una sinopsis, respaldada puntualmente con las citas correspondientes de la fuente documental).


ACTIVIDAD
Raza de oro
Gobernantes y magistrados de la polis.
Virtud que les es propia:
La prudencia
(Phrónesis)
Cabeza
La racionalidad
Nota: La familia debe ser suprimida al igual que los bienes particulares (propiedad privada), para este primer estamento.
Raza de plata
Guerreros o defensores de la polis.
Virtud que les es propia:
Fortaleza, templanza, valentía
(Andreía)
Pecho
(Sophrosyne)
La irascibilidad
Nota: La familia debe ser suprimida al igual que los bienes particulares (propiedad privada), para este segundo estamento.
Raza de bronce y hierro.
Artesanos, comerciantes y terratenientes. Satisfactores de las necesidades básicas de la polis.
Virtud que les es propia:
Habilidad para el comercio con lo material y corporal.
Vientre
(Sophrosyne)
La concupiscencia
Nota: Se mantienen la familia y la propiedad privada para este tercer estamento ideal.

Prosigue el relato mítico con su connatural encanto…
…En primer lugar y de manera principal, el dios ordena a los gobernantes que de nada sean tan buenos guardianes y nada vigilen tan intensamente como aquel metal que se mezcla en la composición de las almas de sus hijos. E incluso si sus propios hijos nacen con una mezcla de bronce o de hierro, de ningún modo tendrán compasión, sino que, estimando el valor adecuado de sus naturalezas, los arrojarán entre los artesanos o los labradores. Y si de estos, a su vez, nace alguno con mezcla de oro o plata, tras tasar su valor, los ascenderán entre los guardianes o los guardias respectivamente, con la idea de que existe un oráculo según el cual el Estado sucumbirá cuando lo custodie un guardián de hierro o de bronce…[48].

Los gobernantes (o guardianes del Estado), deberán recibir una educación esmerada, porque sobre sus hombros recaen graves responsabilidades, como son:

(1)  La función pedagógica: identificar entre los hijos de los tres estamentos básicos de la Polis Ideal, las almas de oro, las de plata y las de hierro y bronce y proveerles una adecuada educación, según sus particularidades estamentarias. Por ser el guardián, más sabio y mejor dotado de los tres estamentos, está en capacidad de hacerlo. Así mismo deberá elaborar el currículo de contenidos, áreas y ciencias que conviene a los niños de cada estamento.
¿Qué currículo de asignaturas se les deberá impartir a los dotados con almas de filósofos? Platón se ocupa del tema en el libro VII, veamos un breve resumen. Respectivamente los filósofos deberán estudiar las siguientes ciencias y/o áreas del conocimiento.



Objeto/ Razón de ser
1.
Aritmética
Útil para evadir el mundo inmediato (falsa realidad de los sentidos) o del devenir de las cosas materiales. El estudio de la ciencia de los números obliga al alma a su elevación en términos de un discurrir (dialégesthai), en función de llegar a los números en sí[49]
2.
Geometría plana
En tanto ciencia de las formas puras (Eidos), a partir de sus características (forma, medida y dimensiones).
3.
Estereometría
Ciencia del estudio de las formas. Complementaria de la geometría y tan útil como aquella, para superar la contingencia de la realidad material. 
4.
Astronomía
Ciencia del estudio de los astros, se debe obviar en ello lo que contingente pueda haber. Se ahondará en la velocidad, figura y relaciones de los cuerpos astrales. 
5.
Armonía
Estudio de las relaciones matemáticas entre las notas musicales y su producción. Útil para la búsqueda de lo bello (Kalós) y lo bueno (Agathou)[50].
6.
Dialéctica
Ciencia de las esencias puras, de lo que es. Preludiada por todas las ciencias anteriores, Platón recomienda su estudio pasada la juventud por el gran esfuerzo mental y discursivo que ella exige. Es decir, los filósofos la estudiarían a partir de los 30 años.

¿Qué sucede con la poesía? Platón la juzga útil para enseñar lecciones morales a los niños, pero deja claro que en su Estado o polis ideal no admitirá la presencia de poetas, por tratarse de unos pobres iluminados, que hacen las veces de meros vehículos pasivos de los dioses, para aquellos expresar grandes y bellas verdades, a las que los poetas no podrían acceder.

(2)  La función gubernativa: Regir los destinos del Estado (Politeía), un poco contra su propio querer y voluntad. Ello se justificaría en la conducción de la Polis hacia su propio bien, hacia lo que le es mejor o el bien de sí. (Agathou).
¿Qué tipo de régimen deberá tener el Estado ideal? Platón no lo duda un instante: la aristocracia, el gobierno de los mejores, de los bien dotados por naturaleza.  
(3)  Función de liderazgo: Servir de puente y guía espiritual y del conocimiento, entre los restantes estamentos del Estado y el mundo Inteligible o Mundo de las Ideas, que por natural predisposición e inclinación, les estaría vedado a las razas de plata, bronce y hierro, respectivamente.
En este orden natural de cosas, ¿qué sería entonces la justicia? Se la asumiría como mantener el orden propio y connatural de la Polis, no subvertirlo ni ir en contra de él, porque se estaría incurriendo en una suerte de injusticia cósmica, al desconocer el orden universal estatuido por los propios dioses. Mantenerse así mismo fiel a la clasificación según la disposición natural hecha por el dios, que los guardianes hayan identificado, de la propia condición humana.

4.1.             LA DOCTRINA PLATÓNICA DE LAS BÍOS:
Platón elabora un planteamiento ético sobre el vivir del filósofo-gobernante del Estado, acorde con su condición de depositario de la verdad plena de las Ideas o Formas Puras, se trata de la doctrina de las bíos o formas de vida. El filósofo está llamado a llevar una bíos theoretikós, es decir, un tipo de vida contemplativa, entregada de lleno al vivir en y desde las Eidos o Ideas, en función de la verdad (Aletheia) y de la adhesión plena a la Theoria. Dentro del Estado (Polis) el filósofo –gobernante está llamado, en razón de su alto cargo, a enajenarse en parte de esta bíos, en aras del bien común. Es así como el filósofo debe asumir además una bíos paidagogoetikós, es decir, de enseñanza (Paideia), que lo impele a identificar, clasificar y orientar las almas de los diversos estratos sociales de la Polis ideal[51]. Es así como el vivir teórico-contemplativo del filósofo, debe limitarse un poco al asumir, en aras del bien común la praxis tanto gubernativa como de la enseñanza, dentro de la Polis. La vida del filósofo deviene por ello mismo además en bíos praktikós y en bíos politikós, respectivamente. La vida del filósofo –gobernante de la Polis ideal jamás podría devenir en una bíos poietikós (vivir entregado al quehacer poético), porque Platón rechaza expresamente a la poesía como un arte deleznable de intermediación pasiva entre los dioses y los hombres. De otra parte la del filósofo tampoco sería una bíos technoetikós, por cuanto los artesanos, entregados de lleno a la techné, son unos meros imitadores de las falsas formas de las cosas materiales. Aun cuando admite que los artesanos serían necesarios en el Estado, para proveer de elementos materiales necesarios. El filósofo sería además un nomotetes y un kalokagatía, es decir, el sabio llamado por propia naturaleza, inclinación y formación, a dar los nombres adecuados a todos los seres. En razón de su vivir y de su quehacer el filósofo sería entonces el hacedor y el fomentador de las bellas acciones en su propio vivir y  en su pensar (kalokagatía).



Aristóteles distingue con claridad las 3 esferas en su Ética nicomaquea[52].
4.2.             
PLATÓN EN SICILIA EN LA CORTE DE SIRACUSA DE DIONISIO EL VIEJO Y POSTERIORMENTE DURANTE DIONISIO EL JOVEN
¿Pudo Platón llevar a la práctica semejante forma pura de Estado? Su gran expectativa como teórico del Estado y de la actividad política, era la praxis, pero infortunadamente las cosas no le salieron como él esperaba, veamos. Contamos con el invaluable auto testimonio de Platón, en su Carta VII, donde refiere con algún nivel de detalle, su aventura política en Siracusa; igualmente contamos con las noticias históricas de Plutarco de Queronea y Diógenes Laercio, respectivamente, el primero de ellos parece apoyarse en la Carta VII. Luego que Sócrates hubiera sido condenado a beber la cicuta (399), hubo desbandada general de los socráticos en Atenas, quienes huyeron ante la amenaza de ser detenidos y condenados, igual que su maestro y amigo. Dice Diógenes Laercio lo siguiente:

Muerto Sócrates, (Platón) se pasó a la escuela de Cratilo, discípulo de Heráclito, y a la de Hermógenes, que seguía los dogmas de Parménides. A los veintiocho años de edad pasó con otros socráticos a Megara a oír a Euclides, según escribe Hermodoro. De allí se fue a Cirene y se hizo discípulo de Teodoro, matemático, de donde pasó a Italia a oír los pitagóricos Filolao y Eurito. De allí, finalmente, partió a Egipto a oír los adivinos, a donde dicen lo acompañó Eurípides (…) Había todavía determinado pasar a conversar con los magos; pero se lo estorbaron las guerras de Asia. Volvió por fin a Atenas y habitó en la Academia, la cual es un gimnasio suburbano con arboledas…[53]

Platón era perteneciente a una familia acaudalada, lo que le permitió realizar un largo periplo por una buena parte de países en la cuenca del Mediterráneo, durante aproximadamente doce años, según la acotación doxográfica de Diógenes. Estando Platón en Italia donde al parecer habría entrado en contacto con el Círculo Pitagórico, tuvo noticias de Dión quien era cercano a Dionisio el mayor, quien gobernaba como rey en Siracusa, ciudad ubicada un poco más al norte. Corría los años 389 – 388[54]. Llegado Platón a Siracusa fue recibido con entusiasmo por varios amigos y admiradores, liderados por Dión, quien lo llevó ante Dionisio. Al parecer –a juzgar por su propio testimonio- las costumbres relajadas y dadas al lujo, a los placeres mundanos de aquel país[55], chocaron contra el ideal ético estricto, afín la austeridad, autodominio y templanza que el filósofo defendía, quien condenó esos excesos mundanos y prácticas hedonistas con severidad. Dice Platón en la carta VII sobre este particular:
En aquella ocasión no me gustó en absoluto la clase de vida allí considerada feliz, atiborrada de banquetes a la manera italiana y siracusana, hinchándose de comer dos veces al día, no dormir nunca sólo por la noche y todo lo que acompaña a este género de vida[56]

Según refiere Diógenes, entre Platón y Dionisio se habría verificado el siguiente diálogo, por demás de tenso:

Tus razones saben a chochez. Y las tuyas a tiranía, respondió Platón[57].

Dionisio se indignó ante esta dura respuesta y al parecer habría ordenado la detención inmediata de Platón, para que fuera posteriormente vendido como esclavo en el ágora de Egina. La versión que Plutarco de Queronea ofrece de este incidente, es mucho más amplia y rica en detalles, veamos: 

Llegado el caso de que lo oyese, el filósofo habló en general de la virtud y trató después largamente de la fortaleza, para probar que los tiranos de todo tienen más que de fuertes; y, como, convirtiendo su discurso a la justicia, hiciese ver que solo es vida feliz la de los justos, y la de los injustos, infeliz y miserable, no pudo ya el tirano aguantar aquellos discursos, creyéndose reprendido, y se incomodó con los que se hallaban presentes, porque le oían con admiración y se mostraban encantados de su doctrina. Por último, irritado, le preguntó con enfado qué era lo que quería con su venida a Sicilia; y como le respondiese que buscaba a un hombre de bien, le replicó el tirano: “Pues a fe que parece que todavía no lo has encontrado”. Creyó Dio que el enojo no pasaría más adelante, y se dio prisa a acompañar a Platón a una galera que conducía a la Grecia al espartano Polis; pero Dionisio había mandado reservadamente quien rogara a Polis, como objeto principal, que diera muerte a Platón; y si esto no, que no dejara de venderlo, pues que ningún daño le haría. (…) Dícese, por tanto, que Polis llevó a Platón a Egina y lo vendió…[58]

Platón fue entonces descubierto por Anníceris de Cirene, cuando era ofrecido a la venta como esclavo en el ágora de Egina, y fue comprado por sus amigos más cercanos y llevado de regreso a Atenas, donde llegó sano y salvo. Una vez en su patria el filósofo quiso devolver a su benefactor –quien lo habría acompañada hasta allá- el importe pagado por su precio de rescate, pero no le fue recibido.  Juzgando que era un favor de los dioses, Platón empleó entonces aquel dinero en la adquisición de unos jardines en los extramuros de Atenas, donde existiría la tumba de un legendario héroe ateniense, Academo. Ahí hizo construir a sus expensas los edificios de la Academia, considerada como la primera universidad fundada en occidente. Corría el año 387[59]. Entre los años 385 y 370 se dedica de lleno a la docencia en la Academia y se retrotrae del gobierno de Atenas, por considerarlo corrupto e injusto, toda vez que habría condenado a su maestro Sócrates, a su juicio el hombre más justo de Grecia. Juzgan algunos especialistas que de este periodo serían sus diálogos de madurez, dedicados al desarrollo de la Teoría de las Ideas: Menón, Fedón, Fedro, Banquete o Convite, y La república[60]Llegado el año 347, Dión envió una carta a Platón invitándolo de nuevo a Siracusa, movido por el hecho que Dionisio el viejo habría fallecido y lo habría reemplazado Dionisio el joven, sobrino de Dión. Las palabras persuasivas de Dión decían, entre otras cosas, lo siguiente:

¿Qué ocasión mejor podemos esperar que esta que ahora se presenta  por una especial gracia divina? Me describía el imperio de Italia y de Sicilia y su especial influencia en él, hablaba de la juventud de Dionisio y de su especial interés por la filosofía y la educación, me decía así mismo  que sus sobrinos y parientes se mostraban muy inclinadas hacia las doctrinas y sistema de vida que yo predicaba y que eran los más adecuados para atraer a Dionisio, de modo que más que nunca podría realizarse la esperanza completa de que llegaran a coincidir en las mismas personas los filósofos y los conductores de las grandes ciudades[61].   

Platón contaba entonces con 62 años (aprox.) pero aun así encarga la dirección de la academia y se encamina hacia Siracusa, dispuesto a emprender una nueva aventura política. Corría el año 367. Según noticia de Diógenes, le habría pedido a Dionisio el joven, tierra y hombres que viviesen según la república que él había ordenado; si bien este, aunque se lo prometió, no llegó a cumplirlo[62]. El entusiasmo filosófico inicial de Dionisio el joven, se fue apagando con el trascurrir del tiempo y fue reemplazado por apatía e indiferencia ante los discursos de Platón. Dión desesperaba por mejorar esto, pero ninguno de los dos daba su brazo a torcer. Finalmente los calumniadores de la corte de Siracusa convencieron a Dionisio II que su tío Dión aspiraba en secreto a derrocarlo, en malévola conjura con Platón. Fue así como Dionisio expulsó a su tío Dión de Siracusa y le confiscó todos sus bienes. A Platón le prohibió abandonar el reino, a pesar de haberle hecho construir una lujosa residencia, que se convirtió en cárcel. Platón logró convencer al joven tirano de permitirle regresar a Atenas, a lo cual accedió Dionisio, con la promesa de que regresara. A esta época pertenecerían las siguientes obras consideradas de vejez: Cratilo, Teeteto, Parménides, Sofista, Político, Timeo, Critias, Filebo y Leyes.  Y sus cartas VI, VII y VIII, consideradas por los especialistas como auténticas. En el año 361 Platón al parecer recibió una invitación de regresar a Siracusa, esta vez por cuenta del propio Dionisio II, para que participara en unas celebraciones a la que asistiría también Arquitas de Tarento, especial amigo de Platón. Platón regresa entonces por tercera vez a Siracusa, donde se mantiene hasta el año 360, igualmente infructuoso este viaje como los anteriores, aun con peligro de su seguridad y de su propia vida.  Dión fue posteriormente asesinado por intrigadores políticos quienes veían en él una amenaza, corría el año 354. Platón ya de vuelta en Atenas no vuelve a salir nunca más de la Academia, en donde permanece hasta su fallecimiento.

5.       Conclusiones
La sofocracia platónica se sustenta sobre la Teoría de las Ideas, planteamiento con el que se intenta explicar el origen del conocimiento y de las cosas y ofrecer un fundamento estable a los valores éticos del individuo, la sociedad y el Estado. El presupuesto del mundo eidético logra explicar con suficiencia la relación entre los particulares concretos y los universales, enunciando la teoría de la predicación, de la participación y de la presencia entre unos y otros. Evidencia grandes dificultades para dar cuenta del origen de la materia a partir del presupuesto de las formas puras, con lo que cae en terribles aporías  que Aristóteles aprovecha muy bien para evidenciar su inconveniencia. Una de dichas aporías es la del universal negativo, según la cual si las ideas explican, en términos estrictamente universales el ser de las cosas particulares, ejemplo: el universal caballo da cuenta del pony, el percherón, el  andaluz, el frisón, el berberisco, el pony australiano, etc. Es decir, todos los caballos in concreto, se subsumen en el universal caballo, que los hace ser y les confiere lo que de verdadero y real hay en cada una de ellas. Si ello es así… ¿qué sucede con no-caballo? ¿Cómo se definiría y entendería no-caballo? Se lo asumiría como todo lo que no es caballo. Y todo lo que no es caballo cae en el absurdo de la generalidad indiscriminada, imposible por tanto de ser sustentada, en términos de su origen ontológico, en una forma universal que desborda sus orillas de referencia predicativa y por tanto, de relación ontológica.

Platón llevó a Siracusa un planteamiento teórico de Estado, que se estrelló contra la dura realidad de unas costumbres relajadas y hedonistas, donde los rígidos consejos del filósofo, quien recomendaba la templanza y la prudencia (sophrosyne), no surtieron efecto alguno y fueron tomados a mal por ambos Dionisios. La estructura antropológica que sustentaba la propuesta platónica de Estado, quizás estaba conformada según el modelo del Ática, que no se avenía con la cultura y costumbres siracusanas,  por lo que se hizo necesario introducirle algunos ajustes en materia de concepción, método y aplicación. Esto último se evidencia en Las leyes y El político, que se cuentan entre sus obras de vejez, luego de sus fallidos intentos en la corte de Siracusa. Ya sabemos que el experimento político de Platón fue un estruendoso fracaso y que los propios siracusanos vieron en él una amenaza para su polis; razones estas que movieron a unos conjurados a decidir la muerte del rey Dión, quien no alcanzó a llevar a la práctica los austeros consejos gubernativos de su maestro y amigo ateniense.

Platón postuló y defendió la aristocracia (el gobierno de los mejores), como la forma más conveniente de regir los destinos de un Estado. Condenó a la democracia (gobierno de las multitudes), por su inconveniencia, dado que consideraba al pueblo raso como el gran sofista, dada su manifiesta incapacidad para dar cuenta de sus razones y opiniones (doxa), no obstante lo cual, cada individuo del común se siente en capacidad de opinar y aportar a las razones de la polis (demagogia). Esto solo puede desembocar en desorden – al decir de Platón-, porque no todos los individuos están naturalmente dotados para decidir lo que es mejor para el Estado y aun para sí mismos. El caso de Siracusa bajo el reinado sucesivo de los Dionisios, fue el de la tiranía, según Platón, el gobierno de uno que no conoce la verdad y que se constituye en el peor y más corrupto de los gobiernos. Platón identifica en Esparta la timocracia o el gobierno de los guerreros y en las ciudades con rey, el gobierno de las clases altas (oligarquías).

Bibliografía

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[1] Cf. LARROYO, Francisco. Estudio introductorio y preámbulo a los diálogos. Ed. Porrúa. México, 1991
[2] En el presente ensayo lo llamaremos Critias.
[3] Mes del antiguo calendario lunar ático, ubicado, aproximadamente entre los meses de abril y mayo. Era el “mes de las Targelias”, fiestas en honor de Artemisa y Apolo, respectivamente. El año del calendario ático constaba de 354 días y 11 días. Estos 11 días sobrantes conformaban un decimotercer mes, llamado embolístico, cada dos años.
[4] DIÓGENES LAERCIO. Vidas, opiniones y sentencias de los filósofos más ilustres. Eds. Emecé Editores, Buenos Aires (Argentina). 1945. Vol. I. Pág. 173 y 174
[5] Op. Cit. Pág.  174
[6] PLATÓN. Carta VII. Publicada en: ZARAGOZA, Juan y GÓMEZ CARDÓ, Pilar. Platón: dudosos, apócrifos y cartas. Ed. Gredos. Madrid (España), 1992. Pág. 501. 333 d – e. Vol. VII
[7] Cf. FERRATER MORA, José. Diccionario de Filosofía. Eds. Ariel. Barcelona (España), 2001. Vol. K-P. Pág. 2795
[8] Cf. FERRATER MORA. Op. Cit. Vol. A-D. Pág. 900
[9] ARISTÓTELES. Metafísica. Ed. Planeta de Agostini. Madrid (España), 1999. Pág. 37
[10] Cf. LLEDÓ ÍÑIGO, Emilio. Introducción General. Platón – Diálogos.  Eds. Gredos. Madrid (España), 1990. Vol. I Pág. 124
[11] PLATÓN. Fedón. Eds. Gredos. Madrid (España), 1992.Pág. 28, Vol. III
[12] Según la nomenclatura universal de Henricus Stephanus (Edición príncipe de las Obras de Platón, de 1578).
[13] Cf. LLEDÓ ÍÑIGO. Op. Cit. Ibídem
[14] Demos= Pueblo// Kratos= Poder o gobierno// Poder o gobierno del pueblo.
[15] Cf. CALVO MARTÍNEZ, Tomás. De los sofistas a Platón: política y pensamiento. Eds. Cincel. Serie Historia de la Filosofía. Madrid (España), 1985
[16] Título o cargo militar equivalente, en la época, al de general.
[17] Alianza militar conformada en 478 en contra el invasor persa, a cuya cabeza las polis integrantes nombraron a Atenas. Tomó el nombre de la isla de Delos en el mar Egeo, en donde se reunió el congreso que creó dicha alianza militar.
[18] La Confederación Delia o Délica estaría conformada (431 – 421) por las siguientes ciudades: Corcira, Platea, Naupactos, Quíos, Lesbos, Tesalia y Acarnania.
[19] Cf. ROJAS OTÁLORA, Jorge Enrique. Literatura Antigua. Eds. Universidad Santo Tomás. Bogotá (Colombia), 1995. Pág. 231
[20] Atenea la diosa virgen.
[21] Cf. DELORME, Jean. Los grandes hechos de la historia: antigüedad y edad media. Ed. Crítica. Barcelona (España), 1989. Pág. 39
[22] PLATÓN. Carta VII. Op. Cit. Pág. 485. Vol. VII
[23] PLATÓN. Op. Cit. Ibídem.
[24] Cf. PLATÓN: OBRAS COMPLETAS. Ed. Gredos.
[25] Las cartas dirigidas a Dión son las IV, VII, VIII y X. Desde la antigüedad se ha debatido con ardor si la Carta VII es auténtica o apócrifa, diversos autores han defendido una y otra postura. Llama poderosamente la atención de los especialistas en la obra de Platón que Aristóteles no haga en absoluto ninguna referencia a ninguna de las 18 cartas, lo cual arroja un serio manto de duda sobre su autenticidad. La Carta VII ha sido re investigada y defendida como presumiblemente auténtica por R. Adam en 1906, Alemania. Igualmente la defiende Wilamowitz, quien acepta la autenticidad de las Cartas VI, VII y VIII. En la actualidad pocos estudiosos ponen en duda a autenticidad de la Carta VII, aunque el margen de duda persiste.
[26] 375: Fecha tentativa de culminación de La república, por parte de Platón. Cf. ZELLER, Eduard. Die Phislosophie der Griechen (La filosofía de los griegos). 1. Teil. 2. Abteilung, Wiss, Buchgeseilschaft. Darmstad, 1963
[27] Cf. SUÁREZ PINEDA, Jesús Alberto. Platón: un diálogo consigo mismo. Ed. Panamericana. Bogotá (Colombia), 2004. Pág. 69.
[28] Existe una aguda controversia entre los filólogos clásicos estudiosos de la obra de Platón, en torno a considerar al Trasímaco como parte integrante de La República. Kurt Schilling sostiene que Trasímaco no es más que una repetición del diálogo Gorgias, una suerte de paráfrasis introductoria de La República. (Cf. CRUZ VÉLEZ, Danilo. El mito del rey filósofo: Platón, Marx, Heidegger. Ed. Planeta. Bogotá (Colombia), 1989. Pág. 67 y ss.
[29] Bendis era una legendaria diosa griega de la caza, identificada en la antigüedad con la Artemisa aquea.
[30] Simónides de Ceos: Poeta griego, nacido presumiblemente en el año 556 (Siracusa o Agrigento) y fallecido en el 467 a. de C.). Fue llamado a Atenas y cantó en una elegía la victoria de los atenienses en Maratón, sobre los persas.
[31] PLATÓN. República. Eds. Gredos. Madrid (España), 1992. Vol. IV. Pág. 64, 331 d.
[32] PLATÓN. Op. Cit. Pág. 64, 332 a
[33] PLATÓN. Op. Cit. Pág. 65, 332 b
[34] PLATÓN. Op. Cit. Pág. 65, 332 d
[35] PLATÓN. Op. Cit. Pág. 70, 334 e
[36] Es de notar el método consistente en parodiar los asertos y contenidos téticos de sus polemistas y contradictores, como una forma de refutarlos. Ello es muy evidente en el diálogo Banquete, donde Platón parodia la forma y fondo del discurso de los sofistas, los poetas, los médicos y los comediógrafos; en función del discurso de Diotima de Mantinea (la sabia extranjera vidente), reproducido en el cenáculo por Sócrates, quien llevaría la voz cantante.
[37] Cf. CALONGE RUÍZ, J., ACOSTA MÉNDEZ, E., OLIVIERI, F.J. y CALVO, J.L. Traducciones, introducciones y notas. Platón Diálogos: Gorgias, Menéxeno, Eutidemo, Menón y Crátilo. Eds. Gredos. Madrid (España), 1992. Pág. 39, nota 19. Vol. II
[38] PLATÓN. La república. Eds. Gredos. Madrid (España), 1992. Pág. 223, Vol. IV. 433a
[39] Cf. LLEDÓ ÍÑIGO. Op. Cit. Pág. 52
[40] Cf. SCHUUL, Pierre - Maxime. La obra de Platón. Eds. Librería Hachette. Buenos Aires (Argentina), 1966. Pág.  131 y ss.
[41] Cf. PLATÓN, La república, lib. V. Alegoría de la línea.
[42] Nuevos estudios sobre la obra de Platón.
[43] ROSS, David. Teoría de las Ideas de Platón. Ed. Cátedra. Madrid (España), 1986. Pág. 30
[44] Cf. ROSS. Op. Cit. Pág. 31
[45] Cf. CORNFORD, Francis M. Platón y Parménides. Ed. Visor Dis. S.A. Madrid (España), 1989. Pág. 133 y ss.
[46] PLATÓN. Op. Cit. Pág. 193, 412 c-d.
[47] PLATÓN, Rep. III. Pág. 197, 415a
[48] PLATÓN, Rep. III. Págs. 197-198. 415, b, c y d
[49] Cf. EGGERS LAN, Conrado. Introducción, traducción y notas. Platón: diálogos. Ed. Gredos. Madrid (España), 1992. Pág. 30. Vol. I
[50] Cf. EGGERS LAN. Op. Cit. Ibídem
[51] Cf. REPÚBLICA, Libro VII.
[52] Cf. ARISTÓTELES. Ética nicomaquea. Ed. Planeta de Agostini. Madrid (España), 1997
[53] DIÓGENES LAERCIO. Op. Cit. Págs. 175 y 176. Vol. I. Págs. 175 y 176
[54] Cf. LLEDÓ  ÍÑIGO, Emilio. Op. Cit. Pág. 124. Vol. I
[55] Cf. PLUTARCO. Vidas paralelas: Dión – Bruto. Eds. Espasa – Calpe. Madrid (España), 1951. Pág. 14
[56] PLATÓN, Carta VII. Op. Cit. Pág. 489
[57] DIÓGENES. Op. Cit. Pág. 182
[58] Op. Cit. Págs. 14 y 15
[59] Cf. SÚAREZ PINEDA, Jesús. Op. Cit. Pág. 80
[60] Cf. SUÁREZ PINEDA. Op. Cit. Págs. 80 y 81
[61] PLATÓN, Carta VII. Op. Cit. Págs. 491 y 492
[62] DIÓGENES. Op. Cit. Pág. 183. Vol. I