Desde el sistema educativo legal vigente en Colombia nosotros
mismos, como pueblo, como sociedad y como Estado, hemos venido fomentando entre nuestros niños
y jóvenes la preocupante actitud del escepticismo radical e indiferente, con
visos de cinismo, que desemboca eventualmente en anomia (negación de las
normas), en los casos más extremados y que se expresa en toda su crudeza
con la lapidaria frase: ¡Me importa un
c…! Este desconocimiento flagrante
de las normas tiene muy preocupados a padres, maestros, autoridades e
instituciones educativas en los diferentes espacios de la vida colombiana. Las
obligaciones más serias y graves se mandan olímpicamente al chorizo, precisamente
porque les hemos enseñado a nuestros muchachos que… iSi no fue para hoy, podrá ser para mañana!; Siempre hay una segunda
oportunidad mijito, deje así; No hay que exagerar con eso de las normas,
papacito… ¡Si se hicieron fue para violarlas!
·
Para mañana había que entregar un
ensayo de filosofía, mijo… ¿Es que no lo piensa hacer? -¡Me importa un c…!
¡Para eso se hicieron las recuperaciones!
·
Oiga mijo, ayúdemele a su hermanita
con esas sumas y restas grandes que no las entiende…. -¡Me importa un c…!
¡Problema de ella, no mío!
·
¡Oiga estudiante! ¿Cómo así que usted
no se sabe las tablas de multiplicar a sus 15 años? -¡Para eso se hicieron las
calculadoras, viejo cucho prehistórico! ¡Me importa un c…!
·
¡Oiga jovencito! ¿No ve que está
invadiendo el espacio de la ciclorruta?
¡Va a provocarles un accidente a los ciclistas! -¡Me importan un c… sus culas
normas! ¡Yo hago lo que se me pegue la p… gana y ya!
La exageración de las oportunidades, en un sistema educativo
que prohíja la recuperación de la recuperación
de la vuelta a recuperar, ha dado al traste con el sentido del cumplimiento
del deber entre nuestros muchachos, es decir, con la responsabilidad y con la
disciplina. Alguien dirá… ¡Pero eso era
con el anterior decreto, con el 230 de 2002 que decía que solo el 5% de los alumnos
de cada colegio, podían perder el año! Ya con el decreto que lo derogó, el 1290
de 2009, las cosas son a otro precio. Ahora las instituciones educativas pueden
implantar su propio sistema de promoción, pero deberán acogerse a una escala
nacional de desempeños, para efectos de certificación y notas, cuando los
alumnos pasen de un colegio a otro; o cuando acaben sus estudios.
A quienes esto digan yo les diría que el decreto 1290
convirtió la educación primaria, básica y media colombiana en una Torre de Babel,
porque relativizó al límite mismo del absurdo los planes y contenidos
curriculares. El decreto 230 (al menos su espíritu laxo e híper permisivo)
continúa aún vigente en la actual legislación que así lo permite. He conocido
colegios donde no se dictan las áreas fundamentales del currículo, establecidas
por ley… ¿Y por qué no las dictan? Porque se amparan en su Proyecto Educativo Institucional (PEI), que así se los permite (?),
hasta el propio desconocimiento de los estándares curriculares del Ministerio
de Educación Nacional y de lo
establecido en la Ley General de
Educación y decretos reglamentarios, sobre el particular. ¿Qué dictan
entonces esos colegios? En lugar de matemáticas, español, inglés, ética,
ciencias sociales o ciencias naturales, dictan cátedras como periodismo comunitario, psicofísica, proyecto
de vida, investigación dirigida o radiodifusión, entre otras. Resultan muy
reveladoras al respecto las significativas declaraciones del ingeniero japonés,
residenciado en Colombia, Hiroshi Kaneko, en el documental ¿Por qué los colombianos somos pobres? del programa antioqueño La línea. Veamos unos apartes. (Se mantiene el
español defectuoso del entrevistado):
…(El) Japonés sí cumple (con) lo que tiene que enseñar
y organiza materiales en las temas (sic), todo esto (…) Colombia, yo estoy
mirando por la experiencia de la educación de mis hijos, (que) es muy variable,
muy variable. De un colegio a otro y diciendo cosas diferentes (sic). Textos,
hay muchas variedades de editor (sic) Incluso japonés hasta nivel noveno, todo
el año gobierno Japón entrega textos a cada niños, cada niños (sic), con
materia y todos, gratuitamente. ¿Qué quiere decir? Que es como emparejar la
tema, temarias de educaciones (sic) hasta (el) nivel que tiene que
llegar…[1]
¿Ven a qué me refería cuando decía que el sistema educativo
en Colombia, para primaria, básica y media, se convirtió en una Torre de Babel?
Cualquiera puede verlo y/o vivenciarlo, hasta un extranjero. Conclusiones:
Nuestro sistema educativo cayó en un relativismo absurdo que
fortaleció las instituciones educativas, oficiales y privadas, lo que ha ido en
franco detrimento de la calidad educativa impartida e hizo trizas la pretendida
unidad curricular de contenidos.
Ese bosque enmarañado de planes, currículos, contenidos y
asignaturas, ha contribuido a que nuestros niños y jóvenes se desentiendan de
sus obligaciones estudiantiles, ante un sistema educativo poco coherente y
variable, que pareció haber perdido el norte hacia el cual seguir.
Directa e indirectamente les hemos enseñado a nuestros niños
y jóvenes que las obligaciones no son tan importantes, que los valores morales son
negociables e inclusive, que los deberes éticos se podrían posponer o que se
les podría sacar el cuerpo, impunemente.
¿Cuál ha sido entonces el más terrible y nefasto resultado,
hoy por hoy? Que lo digan nuestros niños y jóvenes con su proverbial y
lapidaria frase: ¡Me importa un c…!
nacoayala@gmail.com
Madrid (Cundinamarca), enero 12 de 2013
[1] PROGRAMA
LA LÍNEA. ¿Por qué los colombianos somos
pobres? (Video). Medellín (Colombia) 9 de octubre de 2012. (Los subrayados
son míos)
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